Leyes del Poder de Robert Grene Numeros 28,29,39

        Ley 28 Sea Audaz al Entrar en Acción    

Tiempo de Lectura: 8 minutos.

        Criterio    

Si se siente inseguro frente a determinado curso de acción, no lo intente. Sus dudas y titubeos se transmitirán a la ejecución del plan. La timidez es sumamente peligrosa; lo mejor es encarar toda acción con audacia. Cualquier error que usted cometa por ser audaz se corregirá mediante más audacia. Todo mundo admira al más audaz; nadie honra al timorato.

    Audacia y Vacilación:  Una Breve Comparación Psicológica.

La audacia y la vacilación generan respuestas psicológicas muy diferentes en sus destinatarios: la vacilación pone obstáculos en el camino; la audacia los elimina. Una vez que usted haya comprendido ésta diferencia, comprobará que es fundamental que supere su natural timidez y se ejercite en el arte de la audacia. Los siguientes son los efectos psicológicos más marcados de la audacia y de la timidez.

    Cuanto más audaz sea la mentira, mejor.  Todos tenemos nuestras debilidades, y nuestros esfuerzos nunca son perfectos. Pero entrar en acción con audacia causa el efecto mágico de ocultar nuestras deficiencias. Los grandes estafadores saben que, cuanto más audaz sea la mentira, más convincente resultará. La audacia misma de una historia, la forma más creíble, a la vez distrae la atención de sus incoherencias. Cuando arme algúna mentira por alguna razon o enfrente cualquier tipo de negociación, vaya más allá de lo planeado. Pida la Luna y le sorprenderá cuántas veces la obtiene.

    Los leones rondan a la presa que vacila  La gente tiene un sexto sentido para las debilidades de los demás. Si durante un primer encuentro demuestra su disposición a aceptar un compromiso, a echarse para atrás o a batirse en retirada, despertará al león del prójimo, aún cuando éste no sea un ser sanguinario. Todo depende de la percepcion. Una vez que sea considerado como una persona que se pone a la defensiva con facilidad, que está dispuesta a negociar y a ceder, será manipulado sin piedad.

    La audacia genera temor; el temor genera autoridad.  El gesto audaz le hará parecer más grande y más poderoso de lo que realmente es. Y cuanto más repentino sea dicho gesto, y ataque con la furtiva rapidez de una serpiente, más temor inspirará. Al intimidar mediante un gesto audaz , usted establece un precedente: en cada encuentro posterior, la gente se pondrá a la defensiva, temerosa del próximo golpe.

    Hacer las cosas a medias y andarse con medias tintas cava una fosa profunda  Si usted entra en acción con su confianza a media asta, usted mismo levantará obstáculos en su camino. Cuando surja un problema, se sentirá confundido, verá opciones donde no las hay y, sin darse cuenta, creará cada vez más problemas. Al huir del cazador, la tímida liebre solo logra caer antes en la trampa.

    La vacilación abre brechas, mientras que la audacia las cierra  cuando usted se tome el tiempo de pensar, titubear y vacilar, abre brechas y espacios que también permiten titubear a los demás. Su timidez contagia a los otros, su energía negativa genera apocamiento. Las dudas surgen por doquier.

La audacia en cambio, cierra esas brechas. La rapidez del movimiento y la energía de la acción no deja a los demás espacio para la duda y la preocupación. Cuando se practica la seducción, la vacilación resulta fatal, pues hace que su víctima tome conciencia de sus intenciones. El movimiento audaz corona la seducción con el triunfo: no deja tiempo para la reflexión.

    La audacia lo diferencia del rebaño  La audacia le otorga presencia y lo magnifica. El tímido se confunde con el paisaje, mientras que el audaz llama la atención, y lo que llama la atención atrae el poder. No podemos apartar la mirada de los audaces, ansiosos de observar su siguiente y atrevido gesto.

        Observancia de la Ley    

        Observancia 1    

En mayo de 1925 cinco de los más exitosos comerciantes en chatarra de Francia fueron invitados a una reunión oficial, pero altamente confidencial, con el director general del ministerio de correos y telégrafos, en el hotel Crillón, en aquel entonces el más lujoso de París. Cuando los comerciantes llegaron al hotel el director general los recibió en una elegante suite del último piso.

Los hombres que no tenían idea de por qué habían sido convocados a aquella reunión estallaban de curiosidad. Después de servir las bebidas, el director les dijo señores: Este es un asunto urgente que exige absoluta confidencialidad, el gobierno tendrá que demoler la Torre Eiffel. Los comerciantes escucharon en atónito silencio mientras el director explicaba que tal como se había informado hacía poco en los medios, la torre exigía urgentes reparaciones y que en un principio había sido levantado como una estructura temporal, para la exposición mundial de 1889. Pero los costos de mantenimiento habían crecido de manera exagerada durante los últimos años y ahora en un momento de crisis fiscal el gobierno tendría que gastar millones para repararla. Muchos parisinos consideraban que la Torre Eiffel era una ofensa a la estética y verían con agrado que desapareciera. Con el tiempo hasta los turistas la olvidarían y solo perduraría en las tarjetas y en las fotos de época. Señores concluyó Lucig “están invitados a presentar al gobierno sus ofertas por la Torre Eiffel”.

Lustig les entregó unas hojas que mostraban el membrete del ente estatal, en ella figuraban las cifras correspondientes al proyecto como el tonelaje de metal de la Torre, los comerciantes agrandaron los ojos cuando calcularon cuánto podrían ganar con aquella chatarra. Luego Lustig los condujo a una limusina que los aguardaba delante del hotel y los llevó hasta la Torre Eiffel, tras presentar un pase oficial los guió por la construcción matizando la vista con varias anécdotas. Al final del recorrido les pidió que en un término de 4 días le hicieron llegar las ofertas a su suite del hotel.

Varios días después de presentadas las ofertas, uno de los cinco comerciantes un tal Monsieur P. fue notificado de que su oferta había ganado la licitación y que para asegurar la venta debía presentarse en la suite del hotel en dos días, con un cheque certificado por más de 250,000 francos lo que equivaldría hoy a un millón de dólares es decir, una cuarta parte del precio total. Contra la entrega de dicho cheque recibiría los documentos que le transferirían la propiedad de la Torre. Monsieur P. estaba excitadísimo, pasaría a la historia como el hombre que compró y demolió el antiestético monumento. Pero al llegar al hotel cheque en mano, comenzó a dudar del negocio. Porqué tenían que encontrarse en un hotel y no en un edificio gubernamental? Porqué nunca había tratado con otros funcionarios del gobierno? Se trataba de una farsa o una estafa? mientras hablaba de las medidas que debían tomarse para demoler la torre, el comerciante aun dudoso contemplaba la idea de echarse para atrás.

Sin embargo, de pronto se dió cuenta de que director había cambiado de tono, en lugar de hablar de la Torre, se quejaba de su bajo salario, de que su esposa insistia que le comprara un abrigo de piel y lo frustrante que era trabajar tanto sin que le reconocieran sus esfuerzos. Monsieur P. comprendió que aquel alto funcionario del gobierno le estaba pidiendo una mordida, pero en lugar de ponerse furioso sintió un profundo alivio. Ahora estaba seguro de que era un genuino empleado gubernamental dado que en todos sus encuentros anteriores con burócratas franceses, estos siempre les habían pedido algún dinero adicional. Recuperada la confianza en su interlocutor delizo varios billetes de 1,000 francos en el bolsillo del director y luego le entregó el cheque certificado, él a su vez recibió la documentación prometida que incluía un boleto de compra y venta de aspecto imponente. Abandonó el hotel soñando con las ganancias y la fama que obtendría.

Sin embargo, durante los días siguientes mientras esperaba recibir otros papeles del gobierno comenzó a comprender que algo extraño sucedía. Después de hacer algunas llamadas telefónicas comprobó que en el ministerio no existía ningún director general Lustig y que no había ningún plan de que contemplara la demolición de la Torre Eiffel. Había sido timado con más de 250,000 francos.

Monsieur P. nunca hizo la denuncia policial. Sabía la fama que se haría si en el círculo se enteraban de que había sido víctima de una de las más audaces estafas de la historia. Además de la humillación pública, habría sido un suicidio comercial.

        Interpretacion    

Si el conde Víctor Lustig, el rey de los estafadores hubiese intentado vender el Arco del Triunfo, un puente sobre el Sena o la estatua de Balzac, nadie le hubiera creído. Pero la torre Eiffel era algo demasiado grande, demasiado imposible de utilizar para una estafa. De hecho tan imposible que Lustig pudo volver a París, seis meses después y revender la Torre Eiffel a otro comerciante de chatarra, esta vez por un precio aún mayor, una suma que en Francia hoy equivaldría a más de $1,500,000 dólares.

Lo enorme engaña a el ojo humano. Nos distrae y sobrecoge, y resulta tan evidente que no conseguimos imaginar que oculte un engaño. Armese de grandiosidad y audacia: estire sus engaños lo más que pueda, y aún más allá. Si percive que el incauto sospecha, haga como el intrépido Lustig: en lugar de batirse en retirada o bajar el precio, optó por aumentarlo más al pedir y obtener un soborno. Pedir más pone a la otra persona a la defensiva, suprime el efecto negativo de la concesión o la duda, y abruma al otro con su audacia.

        Ley 29 Planifique sus Acciones de Principio a Fin    

Tiempo de Lectura: 8 minutos.

        Criterio    

Un final brillante constituye el corolario que da énfasis a todo su accionar. Planifique su camino teniendo en cuenta todas las consecuencias posibles, todos los obstáculos y todos los giros del azar que puedan incidir de manera negativa sobre su trabajosa elaboración y evite otorgar la gloria a otros. Planificar todo un proceso, de principio a fin, evitará que lo abrumen los factores negativos y le permitirá saber con exactitud cuando detenerse. Maneje la fortuna con cuidado y determine el futuro planificando a largo plazo.

        Trasgresión de la Ley    

En 1510, un barco partió de la Isla La Española (hoy Haití y República Dominicana) rumbo a Venezuela donde debería rescatar a una colonia española sitiada. Cuando se encontraban a varios kilómetros del puerto, un polizón salió del barco. Era Vasco Núñez de Balboa, un noble español que había llegado al nuevo mundo en busca de oro, pero se había endeudado y decidió huir de sus acreedores ocultándose en la nave.

Balboa comenzó a obsesionarse con la idea del oro desde que Colón había regresado a España con noticias de un reino fabuloso, pero aún no descubierto, llamado El Dorado. Balboa fue uno de los primeros aventureros que acudieron a América en busca de oro, decidido, desde un principio, a ser el que encontrara la legendaria ciudad, gracias a su audacia y determinación. Ahora que se había librado de sus acreedores, nada podía detenerlo.

Por desgracia el dueño del barco, Francisco Fernández de Encino, un acaudalado jurista, se puso furioso cuando le informaron de la presencia del polizón y dió órdenes de dejar a Balboa en la primera isla que avisarán. Sin embargo, antes de encontrar tal isla, Encino recibió noticias de que la colonia que debía rescatar había sido abandonada. Ésa era la gran oportunidad para Balboa. Les contó a los marinos de sus viajes anteriores que había hecho a Panamá y de los rumores que había oído sobre el oro que había en aquella zona, eso fue un fatal error; el solo mencionar el tema a desconocidos. Los excitados marinos convencieron a Enciso que perdonará la vida a Balboa y estableciera una colonia en Panamá. Una semanas después bautizaron el nuevo asentamiento con el nombre de “Darién”.

El primer gobernador de Darién fue Enciso, pero Balboa no era hombre de permitir que otros le robasen la iniciativa. Hablo contra Enciso a los marinos, hasta qué éstos al cabo de un tiempo, dejaron en claro que preferían a Balboa como gobernador. Enciso huyó a España, temiendo por su vida. Algunos meses más tarde cuando llegó un representante de la Corona española, designado como gobernador de Darién, fue expulsado. Durante el viaje de regreso a España el hombre se ahogó; fue un accidente, pero según la ley española, Balboa había asesinado al gobernador y usurpado su cargo.

La audacia de Balboa ya ha lo había salvado de problemas en otras oportunidades, pero ahora sus esperanzas de fortuna parecían condenadas al fracaso. Para reclamar la posesion el El Dorado en caso de encontrarlo, necesitaría la aprobación de España, algo que un hombre que se encontraba al margen de la ley como él, nunca podría obtener. Balboa veía una sola solución. Los indios panameños le había dicho que del otro lado del itsmo de América central, se extendía un vasto océano y que viajando hacia el sur por aquellas aguas se llegaba a un lugar fabuloso y repleto de oro, cuyo nombre sonó a sus oídos como “Biru”. Balboa decidió cruzar la traicioneras selvas de Panamá y convertirse en el primer europeo cuyos pies se mojaran en las aguas del nuevo océano. Desde ahí marcharía a El Dorado. Si lo hacía a nombre de la Corona de España, obtendría la gratitud eterna del rey y se aseguraría el indulto. Pero tenía que actúan antes de que las autoridades españolas acudieran a arrestarlo.

En 1513, Balboa salió de Darién con ciento noventa soldados. Cuando habián llegado a la mitad del itsmo (después de recorrer unos 150 kilómetros) solo diez y seis soldados quedaban con vida. Los demás habían sucumbido a las duras condiciones climáticas de la zona: lluvias torrenciales, los insectos y la fiebre. Finalmente desde la cima de una montaña Balboa fue el primer europeo en avistar el océano Pacífico. Algunos días después se interno en sus aguas, enarbolando la bandera de Castilla y reclamando todos los mares, tierras e islas de la región en nombre de la Corona española.

Los indios de la zona recibieron a Balboa con oro, joyas, piedras y perlas preciosas como nunca antes había visto. Cuando pregunto de donde provenían, los indios señalaron al sur, hacia la tierra de los incas. Pero a Balboa le quedaban muy pocos soldados, de modo por el momento decidió regresar a Darién, enviar las joyas y el oro a España como muestra de buena voluntad y pedir un gran ejército para iniciar la conquista de El Dorado.

Cuando llegaron a España las noticias del audaz cruce del itsmo, el descubrimiento del océano occidental y la planeada conquista de El Dorado, el hombre que hasta ese entonces había sido un criminal se convirtió de pronto en un héroe. De inmediato lo proclamaron gobernador de las nuevas tierras, pero antes de recibir la noticia, el rey y la reina ya habían enviado una docena de embarcaciones, al mando de Pedro Arias Dávila, apodado “Pedrarías”, con órdenes de arrestar a Balboa y así como ir el mando de la colonia. Cuando Pedrarías llegó a Panamá, se enteró de que Balboa había sido indultado y que tenía que compartir la gabernacion con el exproscrito.

De todos modos Balboa no se sintió muy tranquilo. El oro era su sueño: encontrar El Dorado, su único deseo. A la procura de alcanzar su meta varias veces había corrido el peligro de muerte, y la idea de compartir las riquezas y la gloria con el recién llegado le parecía intolerable. Además pronto descubrió que Pedrarías era un hombre envidioso y amargado, y que tampoco sé sentía muy contento con la situación. Una vez más, para Balboa la única solución residía en tomar la iniciativa, por lo cual propuso cruzar la selva con un ejército más grande y provisto de materiales y herramientas para la construcción de embarcaciones. Una vez alcanzada la costa del Pacífico, construiría la flota con la cual conquistaria a los incas. Para gran sorpresa de Balboa, Pedrarías se mostró de acuerdo con el plan, quizá porque intuía que nunca iba a funcionar. Cientos de soldados murieron durante esa segunda marcha a través de la selva, y los maderos que llevaban se pudieron por la humedad y las lluvias torrenciales. Balboa como siempre no se dasanimo, nada podía impedirle seguir su plan, y al llegar a la costa del Pacífico comenzó a talar árboles para obtener la madera que necesitaba. Pero los hombres que habían sobrevivido a la larga travesía eran muy pocos y se encontraban demasiado debilitados como para iniciar la invasión conquistadora, una vez más Balboa tuvo que regresar a Darién.

De todos modos había invitado a Balboa a discutir un nuevo plan y en las afueras de la colonia el explorador fue recibido por Francisco Pizarro, un viejo amigo que lo había acompañado en su primer cruce del itsmo. Era una trampa: al frente de cientos de soldados, Pizarro rodeo a su examigo, lo arresto y llevó ante Pedrarías, quien lo hizo juzgar por rebelión. Algunos días después la cabeza de Balboa cayó en una cesta, junto con sus más leales seguidores. Años más tarde fue Pizarro quien llegó a Perú y las hazañas de Balboa cayeron en el olvido.

        Interpretacion    

La mayoría de los hombres son dominados por el corazón, no por el cerebro. Sus planes son vagos y cuando se encuentran frente a obstáculos, improvisan. Pero la improvisación permite sobrevivir hasta la próxima crisis y nunca sirve de substituto a una planificación concreta, de principio a fin.

Balboa soñaba con gloria y riquezas y tenía un plan muy vago de como alcanzarlas. Sin embargo sus audaces exploraciones y el descubrimiento del océano Pacífico cayeron casi en el olvido porque cometió un error que en el mundo del poder, constituye uno de los mayores pecados: hizo las cosas por la mitad y así dejó el camino abierto para que otros completarán su tarea. Un verdadero hombre de poder habría tenido la prudencia de ver los peligros que acechaban a la distancia: los rivales que querían compartir, sus conquistas, las aves de rapiña que acudirían al oír la palabra oro. Balboa debería de haber guardado para si mismo el secreto de el tesoro inca hasta después de haber conquistado Perú. Solo entonces tanto su riqueza como su vida habrían quedado aseguradas. En cuanto Padrerias apareció en escena, un hombre que lo habría encarcelarlo y se habría apoderado de su ejercito para conquistar Perú. Pero Balboa solo vivía el momento, reaccionaba siempre de forma emocional y no planificada sus acciones por adelantado.

De que sirve tener el sueño más grandioso del mundo, si después otros se quedan con los beneficios y la gloria? Nunca pierda la cabeza por un sueño vago, de final abierto. Planifique de principio o fin.

        Imagen    

Los dioses del monte Olimpo. Contemplan desde las nubes las acciones de los hombres y ofrecen los finales de todos los grandes sueños que conducen al desastre y a la tragedia. Y se ríen de nuestra incapacidad de ver más allá del momento y de cómo nos engañamos a nosotros mismos

        Ley 39 Revuelva las Aguas para Asegurarse una Buena Pesca    

Tiempo de Lectura: 8 minutos.

        Criterio    

    La ira y las emociones son estratégicamente contraproducentes.  Siempre deberá mantenerse sereno y objetivo; pero si puede enfurecer a sus enemigos mientras usted conserva la calma, obtendrá una ventaja decisiva: descubra la grieta a través de la cuál pueda sacudirlos y manejarlos.

        Trasgresion de la Ley    

En enero de 1809, un agitado y ansioso Napoleón regreso a toda prisa a París desde el frente de guerra desde España. Sus espías y confidentes habían confirmado de que el canciller Talleyrand junto con Fouche, su ministro de policía,     estaban conspirando contra él.  En cuanto llegó a la capital, el consternado emperador convocó a todos sus ministros a Palacio de las Tullerias. Ya en la reunión que se realizó inmediatamente después de su arribo, Napoleón comenzó a pasearse de un extremo a otro del recinto     mientras despotricaba, sin hacer acusaciones directas , contra los conspiradores, los especuladores que hacían caer el mercado accionario, los legisladores que demoraban sus políticas…y sus propios ministros que socavaban su poder.

Mientras Napoleón hablaba, Talleyran permaneció apoyado contra la repisa de la chimenea, con expresión de total indiferencia. Enfrentando directamente a Talleyran, Napoleón anunció: “para esos ministros, la traición ha comenzado en el momento que se han permitido dudar”. El emperador esperaba que al pronunciar la palabra  traición, el ministro hiciera alguna manifestación de temor. Pero Taylleran se limitó a sonreír, tranquilo y un poco aburrido.

Ver a su subordinado que permanecía aparentemente sereno ante cargos que pudieran llevarlo a la horca termino de enojar a Napoleón. Había ministros que querían verlo muerto, dijo al tiempo que daba un paso más hacia Taylleran, quien devolvió la mirada sin dejarse perturbar.     Por fin Napoleón explotó: » Usted es un cobarde, le gritó a Talleyran. Un hombre sin credo, ni fe. Para usted, nada es sagrado.  De ser necesario vendería a su propio padre. Lo he cubierto de riquezas y honores, y sin embargo, no hay nada que usted no haría para dañarme». Los demás ministros se miraron entre sí, consternados e incrédulos: nunca habían visto tan desencajado al temerario general, conquistador de la mayor parte de Europa.

Lo que usted merece es que lo quiebren como si fuese vidrio continuó Napoleón, golpeando con el pie en el piso. Yo no tengo el poder de hacerlo, pero lo desprecio demasiado como para tomarme esa molestia. Porqué no lo hago colgar de las Tullerias? Pero aún hay tiempo para eso»…     Casi sin aliento con el rostro congestionado y los ojos desorbitados, Napoleón prosiguió gritando:  «Usted , dicho sea de paso no es más que un pedazo de mierda con medias de seda…Y su esposa? Usted nunca me dijo que San Carlos era el amante de su esposa…»Por cierto , señor , no se me ocurrió que esa información tuviera relación con la gloria de Su Majestad o la mía propia, respondió Talleyrand con gran calma. Tras proferir algunos insultos más, Napoleón se retiró. Talleyran cruzó con lentitud el recinto, con su característica cojera. Mientras un asistente le ayudaba a ponerse el abrigo, se volvió a los demás ministros (que temían no volverlo a ver nunca) y dijo:     “Que pena caballeros, que un hombre tan grande tenga tan malos modales”.

A pesar de su ira Napoleón no hizo arrestar a su ministro de Relaciones Exteriores. Simplemente lo relevó de su cargo y lo desterró de la corte, creyendo que la humillación sería el peor de los castigos. No se percató de que el estallido de ira había corrido como reguero de pólvora; todos comentaban como el emperador había perdido por completo el control, y como Taylleran lo había humillado al mantener la compostura y la dignidad.     Se había dado una vuelta a la página de la historia: por primera vez la gente había visto al gran emperador perder la calma.  Se difundió la sensación de que el poder de Napoleón estaba declinando. Como dijo Taylleran después del incidente: “éste es el principio del fin”.

        Interpretacion    

    Ese fue en efecto el principio del fin,  si bien todavía transcurrieron seis años hasta su caída en Waterloo, Napoleón ya había iniciado su desenso hacia la derrota, que tuvo lugar en 1812 con su desastrosa compaña rusa. Taylleran fue e primero en ver esas señales de decadencia, sobre todo en la insesata guerra contra España. En algún momento de 1808, el ministro decidió qué para que la paz regresará a Europa, Napoleón debería desaparecer de la escena. Y por eso conspiró con Fouche.

Es posible que aquella conspiración no haya sido otra cosa que una treta, una forma de enfurecer a Napoleón.     Porqué resultaba difícil de creer que dos de los hombres más prácticos de la historia hicieron las cosas a medias en una conspiración.  Es probable que solo hayan querido enturbiar las aguas, para incitar a Napoleón a cometer un error. Lo que lograría ese espantoso berrinche que descubrió ante todos, una pérdida de control total. El estallido de furia que se hizo famoso, surtió un efecto profundamente negativo en la imagen publica de Napoleón.

Éste es el problema que provocan las reacciones furiosas. Al principio se podrá generar mucho miedo y temor, pero solo en algunas personas; y, a medida que pasan los días y el ambiente de despeja, aparecen otras reacciones: vergüenza, e incomodidad ante el descontrol de quién demostró de tal forma su furia y resentimiento, por las expresiones vertidas.     Al perder los estribos, usted siempre hace acusaciones injustas y exageradas. Algunas actitudes de descontrol de éste tipo bastan para que la gente empiece a contar los días hasta que usted desaparezca.

Frente a la conspiración contra él, una conspiración de dos de sus principales ministros, Napoleón sin duda tenía derecho a sentirse furioso. Pero al responder con tanta violencia y además en público solo demostró su frustración. Mostrar la propia frustración equivale a exhibir que se ha perdido el control para manejar la situación en influir en el desarrollo de los acontecimientos. Es el acto impotente de un niño que recurre al berrinche histérico para imponer su voluntad.     Los poderosos nunca revelan ese tipo de debilidad.

Napoleón tenía varias alternativas en cuanto a su forma de actuar en aquella situación. Podría haber considerado a esos dos hombres eminentemente sensatos, quizá tenían motivos para volverse en contra de él, y podría haberlos escuchado y aprendido de ellos. Podría haberlos intentado recuperarlos para su causa. Podría haberse librado de ellos y convertir el encarcelamiento o la muerte de ambos en una amenazadora manifestación de su poder. Nada de gritos, berrinches infantiles ni incómodas consecuencias, sino, simplemente un sereno y definitivo corte de la relación.

Recuerde: los berrinches no intimidan ni inspiran lealtad. Solo crean dudas al respecto del poder que usted posee. Al exponer sus puntos débiles,     ese tipo de tempestuosos estallidos suelen presagiar una caída.

        Claves para Alcanzar el Poder    

En general, la persona furiosa termina pareciendo ridícula, porque su reacción suele resultar desproporcionada con respecto a lo qué la provocó: ha tomado las cosas demasiado en serio y exagerado la dimensión del daño o insulto del que ha sido víctima.

Ese tipo de individuo suele ser tan sensible que hasta causa risa la facilidad con que toman todo en forma personal. Más graciosa aún es su convicción de que los estallidos de furia son muestra de poder. En realidad, son todo lo contrario: la presunción no es señal de poder sino de impotencia. Quizá al principio los demás se sientan sorprendidos por sus berrinches, pero al final perderán todo respeto por usted. Y también comprenderán que les resultará muy fácil socavar el poder de una persona tan poco capaz de controlarse.

Sin embargo, las solucion no consiste en reprimir las reacciones furiosas o emotivas, porque la represión nos quita energía y nos impulsa a conductas extrañas. En cambio debemos modificar nuestra perspectiva: comprender que en el ámbito social y en el juego del poder, nada es personal.

Todos nos hayamos atrapados en una cadena de hechos originada en un momento anterior al presente. A menudo nuestra ira, se arraiga en nuestra infancia, en los problemas de nuestros padres, que provienen, a su vez,de la infancia de ellos y así sucesivamente. Nuestra ira también tiene raíces en las diversas desiluciones y amores frustrados que hemos sufrido. Con frecuencia un individuo aparecerá como instigador de nuestra ira, pero se trata de algo mucho más complicado, que va más allá de lo que el individuo nos dijo o hizo. Si una persona se enfurece con usted (y esa reacción parece por completo desproporcionada en relación a lo que usted le hizo) debería de recordar que esa ira no solo va dirigida a usted…no sea tan vanidoso, la causa es mucho más grande y se remonta en el tiempo, acumula decenas de heridas previas, y en realidad no vale la pena intentar comprenderla. En lugar de verlo como una cuestión personal, considere el estallido emocional como un movimiento de poder disimulado, un intento de controlar o castigar, disfrazado con el manto de la ofensa y la ira.

Ese cambio de perspectiva le permitirá jugar el juego del poder con mayor claridad y energía.     En lugar de reaccionar en forma desmedida y verse envuelto en las emociones de los demás, usted puede revertir esa pérdida de control y usarla en beneficio propio: usted mantiene la cabeza fría, mientras que el otro la pierde.


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