Las 48 Leyes del Poder de Robert Grene.

        Las 48 Leyes del Poder de Robert Greene    

Tiempo de lectura: 16 minutos.

Recomiendo leer este libro a los interesados en adquirir o ampliar su poder actual y como hacerlo exitosamente, es extenso y detallado y vale la pena leerlo por todos los datos históricos desde hace 3,000 años hasta nuestras fechas. En el Blog solo describiré solo 12 de las leyes porque ofrecen a mi juicio conocimiento que puede ser útil para nuestro desarrollo personal, en la actualdad de la segunda decada del Siglo XXI.

        Prefacio    

La sensación de no tener poder sobre las personas y los hechos nos resulta insoportable para algunas personas: cuando nos sentimos desvalidos nos sentimos miserablemente mal. Nadie quiere tener poco poder; por el contrario, todos aspiramos a poseer una cuota cada vez mayor. Sin embargo, en el mundo en que vivimos en la actualidad, resulta peligroso demostrar demasiadas ansias de poder o actuar abiertamente para obtenerlo. Debemos mostrarnos decentes y equitativos. De modo que tenemos que ser muy sutiles, agradables y simpáticos y, al mismo tiempo arteros; democráticos pero engañosos.

Este juego de constante duplicidad se parece muchísimo a las dinámicas del poder que existían en el maquinador mundo de las antiguas cortes aristocráticas. A lo largo de la historia, las cortes siempre fueron formándose alrededor de una persona que ejercía el poder: una reina, un rey, un emperador o un líder. Los cortesanos que componían esas cortes se encontraban en una posición particularmente delicada: tenían que servir a sus amos pero, si se mostraban demasiado aduladores o cortejaban con demasiada obviedad, los otros integrantes de la corte se volvían contra ellos. Por lo tanto, los intentos de ganar el favor del amo debían ser muy sutiles. E incluso los más hábiles cortesanos, capaces de tales sutilezas debían protegerse de sus pares que intrigaban para desplazarlos.

  • Entretanto, se suponía que la corte representaba la cumbre de la civilización y el refinamiento. Se desaprobaba cualquier actitud violenta o abierta que promoviera el poder, los cortesanos trabajaban de manera silenciosa y secreta contra cualquiera que recurriese a la fuerza. El gran dilema del cortesano siempre fue el de mostrarse como el paradigma mismo de la elegancia y, al mismo tiempo, burlar a sus adversarios y desbaratar los planes de estos de la forma más sutil y disimulada posible. El cortesano exitoso aprendía con el tiempo a realizar todos sus movimientos de forma indirecta; si le clavaba el puñal por la espalda a su contrincante, lo hacía con guante de terciopelo y con la más afable de las sonrisas. En su lugar de recurrir a la coerción o a la franca traición, el perfecto cortesano lograba sus objetivos a través de la seducción, el encanto, el engaño y las estrategias más sutiles, planificando siempre esos movimientos por adelantado. La vida en la corte era un juego permanente que exigía vigilancia constante y agudo pensamiento táctico. Era una guerra civilizada. Hoy en día encontramos una paradoja similar a la del cortesano del Renacimiento: Todo debe aparecer civilizado, decente, democrático y logrado a través del juego limpio
  • Pero si nos atenemos en forma excesivamente estricta a esas pautas, si las tomamos demasiado al pie de la letra, seremos aplastados por aquellos de entre quienes nos rodean que son menos ingenuos que nosotros. Como dijo el gran diplomático y cortesano del Renacimiento Nicolás Maquiavelo “todo hombre que intente ser bueno todo el tiempo terminará arruinado entre la gran cantidad de hombres que no lo son”. La corte se consideraba el pináculo del refinamiento, pero debajo de esa brillante superficie había un caldero de oscuras emociones: ambición, envidia, deseo, odio también nuestro mundo actual se considera el pináculo de la equidad y la justicia, pero son las mismas oscuras emociones de siempre las que laten dentro de cada individuo. El juego es el mismo, por fuera hay que disimular respeto y cortesía mientras que por dentro salvo que usted sea un necio, deberá aprender rápidamente a ser prudente y seguir el consejo de Napoleón: “cubre tu mano de hierro con un guante de terciopelo”. Si al igual que el cortesano de otros tiempos, usted logra dominar el arte del juego indirecto, aprendiendo a seducir encantar, engañar y maniobrar sutilmente a sus adversarios, accederá al pináculo del poder. Logrará que la gente se doblege a su voluntad, sin darse cuenta de sus maniobras. Y al no darse cuenta, tampoco le opodrán resistencia ni alimentarán resentimiento contra usted.

Para algunos, la idea de desarrollar en forma consciente de los juegos del poder, aunque se lo haga de manera indirecta, resulta malvada, antisocial, un recuerdo del pasado. Creen que pueden salir del juego, comportándose de una manera que no tiene nada que ver con el poder. Es necesario cuidarse de ese tipo de personas porque mientras hacia fuera expresan esas convicciones, por dentro suelen ser los más adictos participantes del juego de poder. Utilizan estrategias que disimulan con habilidad la naturaleza de la manipulación que están ejerciendo. Esos individuos suelen hacer gala de su debilidad y de su falta de poder como si se tratase de una virtud moral. Pero quienes de veras carecen de poder no muestran su debilidad con el fin de ganar simpatía o respeto. Cuando se hace marcada ostentación de las propias debilidades en realidad se está utilizando una estrategia muy eficaz, sutil y engañosa del juego del poder que sería la “Táctica de la capitulación” que se presenta en la Ley número 22. Otra estrategia del individuo que supuestamente no se dedica al buscar con afán el poder consiste en exigir la igualdad en todas las áreas de la vida. Según esas personas todos debieran recibir el mismo trato, sea cual fuere su posición y fuerza. Pero, si para evitar el tinte con el que suele marcar el poder, se intenta tratar a todos por igual de modo equitativo, se comprueba que existen personas que hacen determinadas cosas mejor que los demás. Tratar a todos por igual equivale a ignorar sus diferencias y por ende elevar a los menos capaces y rebajar a quienes se destacan. También en este caso muchos de los que actúan de esa forma en realidad están haciendo gala de otra de las estrategias del poder la de recompensas a su antojo.

Otra forma de evitar el juego del poder es demostrar una absoluta sinceridad dado que uno de los principales técnicas de quienes buscan el poder es el engaño y el disimulo. Cuando se es muy franco inevitablemente se lastima e insulta a muchas personas algunas de las cuales optarán por devolver el golpe recibido. Nadie verá esas afirmaciones sinceras como algo completamente objetivo carente de motivaciones personales y además estarán en lo cierto: la sinceridad suele ser en efecto una estrategia de poder dirigida a convencer a la gente de que se es noble, altruista y de buen corazón es una forma de persuasión e incluso de sutil coerción.

Por último, quienes afirman no participar en este juego suelen adoptar un aire ingenuo, que los protege de la acusación de perseguir el poder. También en este caso es recomendable tener cuidado, dado que el manto de la ingenuidad suele construir un eficaz manera de fingir y engañar (vease la ley 21 “Muestrese más tonto de lo que en realidad es”). E incluso la candidez genuina no es se encuentra libre de las trampas del poder. Los niños suelen ser ingenuos en muchos aspectos, pero a menudo actúan a partir de una necesidad fundamental de ejercer el control sobre quienes los rodean, el niño por lo general tiene una gran sensación de impotencia en el mundo de los adultos y por lo tanto utiliza todos los medios que se hayan a su disposición para imponer su voluntad. Individuos genuinamente inocentes pueden estar sin embargo comprometidos con el juego del poder y con frecuencia son horrendamente eficaces en él, dado que no se ven trabados por la reflexión. También aquí, quienes hacen gala de su inocencia suelen ser los menos inocentes.

Es posible reconocer a quienes supuestamente se abstienen de participar en el juego de la búsqueda del poder, por la manera en que hacen alarde de sus cualidades morales, de su piedad o de su exquisito espíritu de justicia. Pero puesto que todos tenemos ansias de poder y que casi todas nuestras acciones tienen por objetivo conseguirlo, quienes dicen que no lo buscan solo procuran encandilarnos y distraernos de sus juegos de poder a través de sus aires de superioridad moral. Si se les observa con detenimiento, se comprobará que con frecuencia son los más hábiles de todos cuando se trata de manipular indirectamente a los demás, cosa que algunos hacen en forma por entero inconsciente y de ninguna manera toleran que se difundan las tácticas que utilizan a diario.

Si el mundo es como una gigantesca corte intrigante y manipuladora en la cual todos nos hayamos atrapados. No tiene sentido alguno tratar de eludir el juego. Esto solo nos privará del poder y la impotencia nos hará sentir más desgraciados. En lugar de luchar contra lo inevitable, en lugar de argumentar, gemir y sentirse culpable es mucho mejor destacarse en el juego del poder. La verdad que cuanto mejor sepa manejar el poder tanto mejor será como perfecto amigo, amante, pareja y persona. Al seguir el camino del cortesano perfecto (véase ley 24) aprenderá a hacer sentir bien a los demás y se convertirá en una fuente de placer para ellos, que pasarán a depender de sus habilidades y ansiaran su presencia. Dominar las 48 leyes que se presentan en este libro les ahorrará a los demás el dolor que genera el mal uso del poder que es como jugar con fuego sin conocer sus propiedades. Si el juego del poder es ineludible, es mejor ser un artista que un burdo principiante o un negador.

Aprender este juego exige adecuarse a una cierta forma de ver el mundo, a un cambio de perspectiva. Requiere esfuerzos y años de práctica ya que las aptitudes necesarias no aparecen en forma espontánea. Se necesita dominar ciertas habilidades básicas, y solo cuando las haya dominado, se hallará en condiciones de aplicar con mayor facilidad las leyes que gobiernan el logro del poder.

La más importante de esas habilidades y la piedra fundamental del poder es la capacidad de dominar sus emociones. Las respuestas emocionales suelen ser la mayor y principal barrera que lo separa del poder, un error que le costará mucho más que cualquier satisfacción temporal que puede producirle la expresión de sus sentimientos en un momento dado. Las emociones nublan la razón y si no es capaz de ver la situación con claridad prepararse para ella ni responder con un cierto grado de control.

La ira es la más destructiva de las reacciones emocionales, ya que es la que más intensamente nubla la visión. También ejerce un efecto multiplicador que de manera invariable torna la situación cada vez menos controlable, incrementando la interpidez de su enemigo. Si usted procura destruir a su a un enemigo que lo ha herido deberán lograr que baje la guardia fingiendo amabilidad frente a él, en lugar de dejar traslucir su ira.

El amor y los afectos también son potencialmente destructivos al cegarlo a los intereses con frecuencia egoístas de quienes usted menos sospecha que se hayan involucrados en el juego del poder. No es posible reprimir la ira o el amor o evitar experimentar estos sentimientos y debería intentarlo. Pero sí debiera tener mucho cuidado con el modo de expresarlos y, lo más importante, no permitir nunca que influyan sobre sus planes y estrategias.

Estrechamente relacionada con la capacidad de dominar sus emociones se halla la capacidad de distanciarse del momento presente y reflexionar de manera objetiva sobre el pasado y el futuro. como Jano la deidad Romana de los dos rostros guardiana de todas las puertas y entradas, deberá ser capaz de mirar a la vez en ambas direcciones a fin de poder lidiar mejor con el peligro, cualquiera que sea la dirección de la que provenga. Este es el rostro que debe forjarse una cara que mire continuamente hacia el futuro y otra que examine el pasado. Para el futuro su lema deberá ser ni un día sin estar alerta. Nada debíera tomarlo por sorpresa porque usted está imaginando constantemente los potenciales problemas antes de que estos se produzcan, en lugar de perder el tiempo soñando con el final feliz de un plan o proyecto, debe trabajar sobre el cálculo de cualquier posible trastorno o problema que pudiese surgir en el desarrollo. Cuanto más lejos logre ver, más pasos podrá prevenir y más poderoso será.

El otro rostro de Jano mira hacia el pasado, pero no para recordar dolores y alimentar resentimientos. Esto solo reducirá su poder. La mitad del secreto del juego radica en aprender y a olvidar los hechos del pasado que lo van carcomiendo y que nublan su razón. El verdadero objetivo de esta mirada hacia el pasado es llevar a cabo un constante proceso de autoeducación: mirar hacia el pasado para aprender de quienes lo precedieron (la gran cantidad de ejemplos históricos que se incluyen en el presente libro lo ayudarán en ese proceso) una vez analizado el pasado histórico se detendrá a mirar el pasado más inmediato, poniendo bajo la lupa sus acciones y las de sus amigos. Esta es la escuela más eficaz para aprender, dado que las enseñanzas provienen de su experiencia personal.

Comience por revisar los errores cometidos en el pasado sobre todo los que más serios problemas le causaron en la vida. Analicelos guiándose por las  48 Leyes del Poder y extraiga de cada uno una lección y hágase una promesa “Nunca voy a repetir ese error, nunca volveré a caer en ese tipo de trampa”. Si logra observarse y evaluarse de esta manera, logrará aprender a romper los esquemas según los cuales actuaban en el pasado, lo que constituye una capacidad sumamente valiosa.

El poder requiere la habilidad de jugar con las apariencias. Para ello deberá aprender a ponerse muchas máscaras y a llevar una bolsa llena de trucos y artimañas. El engaño y la simulación no deben considerarse algo sucio e inmoral. Toda interacción humana exige cierta cuota de engaño en distintos niveles, y en cierta medida lo que diferencia al ser humano del animal es su capacidad de mentir y embaucar. En los mitos griegos, en el ciclo Mahabarata de la India, en la leyenda épica de Gilgamamesh del Oriente Medio el uso de las artes del engaño es privilegio de los dioses. Uno de los grandes hombres de la mitología Ulises, fue valorado por su habilidad de rivalizar con la capacidad de competir con ellos, fue valorado por su habilidad de rivalizar con la capacidad de los dioses, robarles algunos de sus poderes divinos y competir con ellos en agudeza de ingenio y triquiñuelas. El engaño es un desarrollado arte de la civilización y una de las armas más poderosas en el juego del poder. No se puede engañar con éxito si no toma una cierta distancia de uno mismo, es decir si no se logra hacer muchas personas distintas llevando la máscara que el día y el momento requieran. Con un enfoque de tal flexibilidad frente a todas las apariencias incluso la suya propia, perderá gran parte de esa carga interior que lo retiene o limita. Torne su rostro tan maleable como el de un actor trabaje para ocultar sus intenciones frente a los demás. Practique el arte de atraer a la gente hacia sus trampas. Jugar con las apariencias y dominar el arte del engaño es uno de los placeres estéticos de la vida. Y también constituye un componente clave de la adquisición del poder.

Si el engaño es el arma más poderosa de su arsenal, la paciencia (en todos sus actos) debe ser su escudo fundamental. La paciencia lo protegerá de cometer crasos y estúpidos errores. Al igual que el control de sus emociones, la paciencia es una habilidad que no surge en forma espontánea, sino que se adquiere. Pero para el caso nada de lo relacionado con el poder es natural. El poder tiene mas relación con lo divino que con el mundo natural. Y la paciencia es la virtud suprema de los dioses que disponen de todo el tiempo del mundo. Todo lo bueno sucederá al fin el pasto volverá a crecer, si usted le da tiempo y sabe anticipar el futuro. La impaciencia por su parte solo lo debilitará. Es la principal barrera entre usted y el poder.

El poder es en esencia, amoral. Una de las habilidades más importantes que deberá adquirir es la capacidad de aprender a ver circunstancias, en lugar de simplemente el bien y el mal. El poder es un juego, esto es algo que hay que reiterar y una y otra vez y en un juego usted no juzga a los contrincantes por sus intenciones sino por el efecto de sus acciones. Usted mide las estrategias y el poder de su adversario por lo que puede ver y sentir. !Cuántas veces se hace hincapié en las intenciones de alguien solo para disimular el engaño! qué importancia tiene si el otro jugador sea amigo o rival si tiene buenas intenciones o solo piensa en los intereses de usted? si los efectos de facción conducen a la ruina o a la confusión. Es natural que las personas enmascaren sus acciones con todo tipo de justificativos y afirme siempre que han actuado de buena fe. Usted tiene que aprender a reírse por dentro de cada vez que oiga algo semejante, y nunca permitirse evaluar las intenciones y acciones de alguien por medio de juicios morales, que en realidad solo son una excusa para la acumulación de poder.

Se trata de un juego. Su adversario está sentado frente a usted ambos se comportan como un caballero o una dama, observando las reglas del juego sin tomar en forma personal y nada de lo que se hace o dice usted juega con una estrategia determinada y observa los movimientos de su contrincante con la mayor serenidad de que usted es capaz, al final apreciará más la cortesía de quienes juegan contra usted que sus buenas y dulces intenciones. Entrene su ojo para seguir los resultados de los movimientos después organizarlo para observar las circunstancias externas y no permita que nada lo distraiga.

La mitad de su dominio del poder proviene de que usted, de lo que usted omite hacer, de lo que usted no se permite involucrar. Para dominar esa habilidad deberá aprender a juzgar todo según lo que le cuesta. Como dijo Nietzsche: “el valor de una cosa a veces no radica en lo que se logra con ella sino por lo que se paga por ella, es decir lo que nos cuesta”. Quizá usted logre su objetivo e incluso un objetivo valioso. Pero, a qué precio? Aplique esa pauta a todo aún cuando se trata de colaborar con otros y prestar ayuda a alguien. Al final de cuentas la vida es corta, las oportunidades son pocos y usted solo posee una cantidad limitada de energía. En ese sentido, el tiempo es un factor tan importante como cualquier otro. Nunca pierda tiempo valioso o su paz espiritual en los asuntos de otras personas, hacerlo equivale a pagar un precio demasiado elevado.

El poder es un juego social para aprenderlo y dominarlo deberá desarrollar la habilidad de estudiar y comprender a la gente. Como dijo Baltazar Gracián un gran pensador y cortesano del siglo XVII “hacen algunos mucho estudio en averiguar las propiedades de las hierbas, cuanto más importaría conocer la de los hombres con quienes ha de vivir o morir”. Para ser maestro en el juego del poder también deberá ser un maestro en psicología, deberá reconocer motivaciones y ver a través de la cortina de humo con que la gente rodea sus acciones, la comprensión de los motivos ocultos de la gente es el conocimiento fundamental para adquirir poder. Le abre las puertas a infinitas posibilidades de engaño, seducción y manipulación.

El ser humano es infinitamente complejo y usted podrá pasarse la vida entera observando a la gente sin comprenderla por completo. De ahí que sea de crucial importancia comenzar su aprendizaje ahora mismo. Al hacerlo también deberá tener presente un principio importante: nunca discrimine a quien estudie ni a quien confíe, nunca confíe en nadie por completo y estudie a todo el mundo incluso a los seres queridos y a los amigos. Por último deberá aprender a tomar siempre el camino indirecto hacia el poder, disimule su astucia como una bola de billar que carambolea varias veces antes de dar en el blanco. Los movimientos deberían ser planificados y desarrollados de la manera menos evidente, el aprender el arte de la acción indirecta prosperará en las cortes modernas ya que aparentará ser un paradigma de esencia y en cambio será una manipulador consumado.

Considere  Las 48 leyes del poder como una especie de manual en el arte de accionar indirecto. Esas leyes se basan en escritos de hombres y mujeres que han estudiado y llegado a dominar el juego del poder. Estos escritos abarcan un período de más de 3,000 años y fueron creados en civilizaciones tan dispares como la antigua China y el Renacimiento Italiano sin embargo, tienen hilos conductores y tramas en común que guardan directa relación con la existencia de una esencia del poder que aún no se ha articulado por completo.  Las 48 leyes del poder son el destilado de sabiduría acumulada recogida de los escritos de los más ilustres estrategas (Sun-tzu, Clausewitz), estadistas (Bismarck, Talleyrand), cortesanos Castiglione, Gracián) seductores Ninon de Lenclos, Casanova) y de los grandes estafadores (Yellow Kid Weil) de la historia. Las leyes se rigen todas por una premisa muy simple, determinadas acciones casi siempre incrementan el poder del individuo (la observancia de la ley) mientras que otras lo reducen o incluso conducen a su ruina (la transgresión de la ley) estas asociaciones y observaciones se ilustran por medio de ejemplos tomados de la historia. Las leyes son definitivas y atemporales.  Las 48 leyes del poder pueden ser usadas en diversas formas leyendo el libro en forma cronológica de principio a fin usted podrá aprender mucho sobre el poder en general a pesar de que quizá le parezca que algunas de las leyes no tienen relación directa con su vida, es probable que en el transcurso del tiempo descubra que todas ellas tienen cierta aplicación y que, de hecho se hayan todas interrelacionadas. Al obtener un panorama general de todo el tema le será posible evaluar sus propias acciones en el pasado y obtener un mayor grado de control sobre circunstancias inmediatas. Una lectura detenida y profunda del libro seguirá inspirando su forma de pensar y de revaluar sus actos aún mucho después de haberla finalizado.

El libro también ha sido diseñado para hojearlo y analizar la ley que en un momento determinado resulte más cercana a su realidad. Supongamos que está viviendo un problema con un superior y no logra comprender porque esos esfuerzos no han obtenido mayor reconocimiento o conducido a un ascenso. Varias de las leyes se refieren de manera específica a una relación entre jefe y subordinado y sin duda usted está transgrediendo alguna de ellas. La lectura de los párrafos iniciales referidos a las 48 leyes en la tabla de contenidos de este libro le permitirá identificar la ley relacionada con su situación específica.

Por último el libro puede ser leído sin seguir un orden específico por mero entretenimiento y para emprender un grato recorrido por las debilidades y los grandes logros de quienes nos han precedido en el tiempo y en la historia en el juego del poder. Pero aquí cabe hacer una advertencia para quienes pretendan leer este libro por simple y superficial diversión. El poder es a su manera infinitamente seductor y engañoso. Es un laberinto y su mente quedará atrapada en la resolución de sus innumerables problemas; cuando menos lo piense se dará cuenta de cuán profundamente se ha enfrascando en el tema, es decir que el libro resulta mucho más divertido si se lo toma en serio. Un tema tan crítico no admite frivolidades. Los dioses del poder desaprueban a los frívolos solo brindan satisfacción plena a quienes estudian y reflexionan, y castigan a quienes chapotean en la superficie, buscando apenas pasarla bien.


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