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Me alegra constatar que el interés público en el cambio climático ha sido mucho más de lo que me esperaba. Durante los últimos años el debate mundial sobre el tema ha dado un giro tan sorprendente como positivo. La voluntad política está cobrando fuerza a todos los niveles, los votantes del mundo entero exigen medidas y los Estados y municipios se comprometen a realizar reducciones radicales en apoyo (o en el caso de los Estados Unidos en sustitución) de sus objetivos nacionales.
Ahora hace falta que conjuguemos éstas metas con planes concretos para cumplirlas, como cuando, en los primeros días de Microsoft Paul Allen y yo teníamos un objetivo (un ordenador en cada escritorio y en cada hogar) y dedicamos la década siguiente a trazar y ejecutar un plan para alcanzarlo. La gente nos tomaba por locos por aspirar a tanto, pero ese desafío era una minucia en comparación con lo que supone la lucha contra el cambio climático, una empresa de dimensiones colosales en la que habrán de aplicarse personas e instituciones de todo el mundo.
En este capítulo trazare una hoja de ruta para evitar un desastre climático, centrándome en las medidas concretas que pueden tomar los gobernantes y responsables políticos (si deseas información más detallada acerca de cada elemento visita breakthroughenergy.org) en el capítulo siguiente expondré y lo que cada uno de nosotros puede hacer a título individual en el apoyo a este plan.
Con qué rapidez debemos llegar a cero? La ciencia nos indica que, para evitar una catástrofe climática los países ricos habrán de lograr emisiones netas nulas antes de 2050. Quizá hayas oído a gente que afirma que podemos llevar a cabo una descarbonización a fondo incluso antes para 2030.
Por desgracia debido a todas las razones que he explicado en este libro el plazo de 2030 no es realista. Los combustibles fósiles desempeñan un papel tan fundamental en nuestra vida que resulta inconcebible que dejemos de usarlos de forma generalizada en el plazo de una década.
Lo que podemos y debemos hacer en los próximos 10 años es adoptar medidas que encauzen nuestros esfuerzos hacia la meta de una descarbonización profunda antes de 2050.
Esta distinción, aunque no muy evidente a primera vista, es esencial. De hecho podría parecer que reducir las emisiones antes de 2030 y llegar a cero antes de 2050 son objetivos complementarios.
Reducir las emisiones antes 2030 en modo equivocado podría incluso impedirnos llegar a hacer el cero algún día.
Porque porque? Porque las medidas que adoptariamos, para realizar reducciones pequeñas antes de 2030 serían radicalmente distintas a las que tomaríamos para alcanzar el cero antes de 2050. En realidad se trata de dos vías diferentes, con indicadores de éxito distintos, y tenemos que elegir entre ellos. Es genial tener objetivos para 2030 siempre que sean hitos en el camino a las cero emisiones para 2050.
He aquí el porqué. Si nos fijamos el propósito de disminuir las emisiones solo en parte antes de 2030, nos centramos en los esfuerzos para conseguirlo, incluso si esos esfuerzos nos dificultan o imposibilitan alcanzar la meta definitiva del cero.
Por ejemplo si el único indicador de éxito es reducir antes de 2030, resultará tentador intentar sustituir las centrales eléctricas de carbón por otras de gas, al fin y al cabo eso reduciría las emisiones de bióxido de carbono. Sin embargo todas las centrales de gas construidas de aquí a 2030 continuarían operativas en 2050, tendrían que funcionar durante décadas para recuperar el coste de su construcción, y las centrales de gas natural también emiten gases de efecto invernadero. Lograríamos el objetivo de reducir antes de 2030 pero tendríamos pocas posibilidades de llegar al cero en 2050.
Por otro lado si el objetivo de reducir antes de 2030 es un paso hacia el 2050, no tiene mucho sentido emplear mucho tiempo o dinero en pasarnos de carbono al gas. En cambio nos convendría más seguir dos estrategias simultáneamente: en primer lugar conseguir un suministro de electricidad neutra en carbono barato y fiable, en segundo lugar, electrificar todo lo que se pueda desde los vehículos hasta los procesos industriales y las bombas de calor, incluso en zonas que en la actualidad dependen de la electricidad producida a partir de combustibles fósiles.
Cada avance en la generación, el almacenamiento y el suministro de electricidad verde nos acercaría un poco más al objetivo del cero.
En una cosa estoy de acuerdo con los defensores de la meta de 2030: se trata de una labor urgente. Hoy en día nos encontramos en el mismo punto respecto al cambio climático que hace años respecto a las pandemias. Los expertos en salud nos avisaban de que un brote masivo era prácticamente inevitable. A pesar de sus advertencias no hicimos todo lo necesario para prepararnos hasta que de pronto tuvimos que apresurarnos y recuperar el tiempo perdido. No debemos cometer el mismo error con el cambio climático.
Puesto que precisamos esos avances antes de 2050 y dado lo que sabemos acerca de lo que se tarda en desarrollar y sacar al mercado nuevas fuentes de energía tenemos que empezar ya. Si nos abocamos a ello aprovechando al máximo el poder de la ciencia y la innovación, asegurándonos de que las soluciones beneficien a los más desfavorecidos, quizá en el caso del cambio climático evitemos caer en la misma falta de previsión que tuvimos con la pandemia de covid. Esa hoja de ruta nos encamina a esta dirección.
La inovacion y la ley de la oferta y la demanda
Cómo sostenía el principio espero haber dejado claro en los capítulos intermedios cualquier plan exhaustivo referente al clima tiene que beber de muchas disciplinas distintas. La climatología nos explica porqué debemos abordar este problema pero no como. Para ello necesitamos recurrir a la biología, la química, la física, la ciencias políticas y la ingeniería entre otras disciplinas. No quiero dar a entender que todo el mundo debe ser capaz en todos los temas por ejemplo: cuando Paul Allen y yo estábamos empezando ninguno de los dos era experto en marcadotecnia, la asociación con empresas o la colaboración con gobiernos. Lo que necesitaba Microsoft o lo que necesitamos ahora para enfrentarlos al cambio climático era una estrategia que permitiera que diversas disciplinas nos encarrilaran en la vía correcta.
Es un error concebir la innovación únicamente en su sentido más estricto y tecnológico. La innovación no consiste en inventar máquinas o procesos nuevos sin más sino, también en idear nuevos enfoques sobre modelos de negocio, cadenas de suministro, mercados y políticas que contribuyen a que los inventos cobren vida y se difundan a escala global. La innovación se basa tanto en aparatos nuevos como en maneras nuevas de hacer las cosas.
Con esas condiciones en mente he dividido los cinco elementos de mi hoja de ruta en dos categorías: si has asistido a un curso introductorio de economía te resultarán familiares. Una se fundamenta en ampliar la oferta de innovaciones, el número de ideas nuevas que se ponen a prueba y la otra en acelerar la demanda de innovaciones. Las dos van de la mano con un continuo estira y afloja. Sin demanda de innovación los inventores y responsables políticos careserían de alicientes para elaborar nuevas ideas, sin una oferta constante de innovaciones los productos verdes que el mundo necesita para lograr el objetivo del cero no llegaran a manos de los compradores.
Soy consciente que suena a una teoría de facultad empresarial, pero en realidad se trata de un concepto bastante práctico. El plantamiento para salvar vidas de la Fundación Gates se basa en la idea de que hay que impulsar la innovación en favor de las personas de bajos recursos y al mismo tiempo incrementar su demanda. Por otra parte en Microsoft creamos un grupo numeroso que se dedicaba tiempo completo a la investigación, algo de lo que todavía me enorgullezco. En esencia, su trabajo consiste en aumentar la oferta de innovaciones. También pasamos mucho tiempo escuchando a los clientes que nos explicaban lo que esperaban de nuestro software, así funciona el lado de la demanda de innovación algo que nos proporciona una información crucial que daba forma a nuestros esfuerzos de investigación.
Ampliar la oferta de innovación
En esta primera fase el trabajo se centra en la investigación y el desarrollo clásicos y científicos e ingenieros eminentes idean las tecnologías que necesitamos. Si bien en la actualidad contamos con varias soluciones competitivas en cuanto costos y bajas en carbono, aún no disponemos de todas las tecnologías que se precisan para alcanzar las cero emisiones en todo el mundo. Las más importantes aparecen explicadas entre los capítulos 4 y 9. Veamos de nuevo la lista como referencia rápida (puedes añadir las palabras lo bastante barato para que puedan comprarlo los países de rentas medias, a todos los elementos).
Tecnologías necesarias
Hidrógeno producido sin emisiones de carbono, almacenamiento eléctrico a escala de red de duración estacional, electrocombustibles, biocombustibles avanzados, cemento neutro en carbono, acero neutro en carbono, carne y lácteos de origen vegetal y de laboratorio, fertilizante neutro en carbono, fisión nuclear de próxima generación, fusión nuclear, captura de carbono tanto directamente del aire, como in situ), transmisión eléctrica subterránea, plásticos neutros en carbono, energía geotérmica, hidroeléctrica reversible, almacenamiento térmico, cultivos tolerantes a sequías e inundaciones, alternativas al aceite de palma neutra en carbono, refrigerantes sin gases fluorados.
Si los gobiernos quieren que estás tecnologías estén listas a tiempo para cambiar las cosas de verdad deberán hacer lo siguiente:
1. Quintuplicar la energía limpia y la investigación y desarrollo relacionada con el clima durante la próxima década la inversión pública directa en investigación y desarrollo es una de las herramientas más importantes en la lucha contra el cambio climático, pero los fondos que destinan los gobiernos son del todo insuficientes. En total las subvenciones estatales para la investigación y desarrollo en energía limpia ascienden a unos 22,000 millones de dólares anuales lo que equivale a apenas un 0.02% de la economía mundial aproximadamente. Los estadounidenses gastan más en gasolina en un solo mes. Estados Unidos el mayor inversor en investigación sobre energías limpias destina únicamente 7,000 millones de dólares al año.
Cuánto deberíamos invertir? Creo que la comparación con los institutos nacionales de salud NIH por sus siglas en inglés es ilustrativa. Los NIH con un presupuesto de unos 37,000 millones de dólares anuales han desarrollado fármacos y tratamientos que salvan vidas y que muchas personas tanto de Estados Unidos como el resto al mundo necesitan a diario. Se trata de un gran modelo y un ejemplo de la ambición con que debemos afrontar el cambio climático además aunque una partida para la investigación y desarrollo 5 veces mayor puede aparecer mucho dinero, es una insignificancia en comparación con la magnitud del reto. Así como un indicador potente del grado de seriedad con la que un gobierno afronta el problema.
2. Apostar más por proyectos de investigación y desarrollo de alto riesgo y alta rentabilidad. Lo importante no es solo cuánto dinero gasta el estado sino también en qué lo gasta.
Algunos gobiernos han sido víctimas de estafas al invertir en energías limpias (si necesitas un ejemplo busca información sobre el escándalo Solyndra) y cómo es lógico los responsables políticos no quieren dar la impresión de estar malgastando el dinero de los contribuyentes. Sin embargo ese miedo al fracaso da lugar a carteras de proyectos de investigación y desarrollo con escasa visión de futuro. Se tiende a optar por inversiones más seguras que podrían y deberían estar financiadas en el sector privado. La principal ventaja de que el estado lidere la financiación de la investigación y desarrollo radica en que puede correr el riesgo de apostar por ideas qué tal vez fracasen o tarden mucho tiempo en rendir frutos.
Del mismo modo necesitamos que los gobiernos se comprometan a costear proyectos a gran escala (de cientos y miles de millones de dólares) que hagan avanzar la ciencia de las energías limpias, sobre todo en los campos descritos anteriormente. Además deben comprometerse a mantener esta financiación a largo plazo para que los investigadores sepan que contarán con un apoyo constante durante años.
3. Adaptar la investigación y desarrollo a nuestras mayores necesidades existe una diferencia de orden práctico entre la investigación creativa de conceptos científicos novedosos (también denominada como investigación básica) y los esfuerzos por dar una utilidad a los descubrimientos científicos lo que se conoce como investigación aplicada. Aunque se trata de cosas distintas es un error pensar como algunos que no hay que degradar la ciencia básica pensando en cómo puede contribuir a la creación de un producto comercial útil. Algunos de los mejores inventos surgen cuando los científicos inician su investigación con una finalidad concreta en mente. El trabajo de Louis Pasteur en el campo de la microbiología por ejemplo, dió pie al desarrollo de las vacunas y la pausterización. Se precisan más programas gubernamentales que integren la investigación básica y aplicada en los terrenos en los que necesitamos que se produzcan más avances.
La iniciativa Sunshot del departamento de energía estadounidense es un buen ejemplo de cómo puede funcionar este enfoque. El objetivo fue reducir el costo de la energía solar a 0.06 dolares por kilowatt- hora antes del final de la década y lo lograron en 2017, 3 años antes de lo previsto.
4.Colaborar con la industria desde el principio. Otra distinción artificial con la que he topado es la idea de que las primeras fases de la innovación corresponden a los gobiernos, y las últimas a la industria. En la vida real las cosas simplemente no funcionan así, sobre todo en el caso de los complicados retos técnicos que plantea la energía, cuyo indicador de éxito más importante es la capacidad de extenderse a escala nacional o incluso global. Las colaboraciones en una etapa temprana favorecen la indicación de personas que saben como conseguirlo. Los gobiernos y la industria tendrán que trabajar juntos para superar los obstáculos y acelerar el ciclo de la innovación. Las empresas pueden ayudar a desarrollar prototipos de nuevas tecnologías, aportar conocimientos sobre el mercado y coinvertir en los proyectos. Además son las que comercializarán las innovaciones, por supuesto, así que lo más sensato es incorporarlas desde un principio.
Estimular la demanda de innovación
Del lado de la demanda es un poco más complicado que el de la oferta. De hecho se compone de dos fases: la de prueba y la de expansión.
Hay que averiguar si la idea que a dado buen resultado en el laboratorio sigue funcionando en condiciones reales (puede que los residuos agrícolas que queremos convertir en biocarburante estén mucho más húmedos que las sustancias utilizadas en el laboratorio y por tanto produzcan menos energía de la esperada). Además hay que reducir los costos y riesgos de la adopción temprana, desarrollar cadenas de suministro, poner a prueba el modelo de negocio y ayudar a los consumidores a acomodarse a la nueva tecnología. Entre las ideas de hoy en día se encuentran en fase de prueba figura el cemento con baja huella de carbono, la fisión nuclear de próxima generación, la captura y retención de carbono, la energía eólica marina, el etanol celulósico (un tipo de biocombustible avanzado) y las alternativas a la carne.
La fase de prueba es como un valle de la muerte al que acuden las buenas ideas para exhalar el último suspiro. A menudo los riesgos que entrañan los ensayos de nuevos productos y sus introducciones en el mercado son simplemente tan grandes que ahuyentan a los inversores. Esto sucede sobre todo con las tecnologías bajas en carbono que con frecuencia requiere mucho capital para ponerse en marcha y un cambio de conducta sustancial por parte de los consumidores.
Los gobiernos y las grandes empresas pueden ayudar a las empresas energéticas emergentes a salir con vida del Valle pues son grandes consumidores. Si priorizan la compra de productos verdes ayudarán a lanzar muchos más al mercado al generar certidumbre y reducir costos.
Aprovechar el poder de la contratación pública Las administraciones de todos los niveles nacional, estatal y municipal adquieren grandes cantidades de combustible, cemento y acero además de construir y utilizar aviones, camiones y coches consumen gigawatts de electricidad. Esto las coloca en una posición ideal para introducir tecnologías emergentes en el mercado a un costo relativamente bajo, sobre todo si se tiene en cuenta los beneficios sociales que conlleva al generalizar su uso. Los departamentos de defensa pueden comprometerse a comprar combustibles líquidos bajos en carbono para barcos y aviones. Los gobiernos de los estados pueden utilizar cemento bajo en emisiones en los proyectos de construcción. Las empresas de servicio pueden invertir en almacenamiento de larga duración.
Todos los funcionarios que tomen decisiones sobre compras deberían tener alicientes para preferir los productos verdes, así como nociones de cómo incluir en los cálculos de los costos los costos de las externalidades explicadas en el capítulo siguiente.
Por cierto no se trata de una idea particularmente nueva. Así fue como despegó internet: contaba con financiación pública de investigación y desarrollo, por supuesto, pero también con un comprador comprometido, el gobierno estadounidense, que aguardaba los resultados.
Crear incentivos para reducir costos y riesgos Aparte de adquirir los productos en si, los gobiernos pueden ofrecer varios alicientes para que opten por las alternativas neutros en carbono. Las deducciones fiscales, las garantías de crédito y otros instrumentos pueden ayudar a reducir las primas verdes e incrementar la demanda de nuevas tecnologías. Como muchos de estos productos serán demasiado caros durante un tiempo los compradores potenciales necesitaran acceso a un financiamiento a largo plazo, así como la confianza que deriva de unas políticas públicas coherentes y predecibles.
Los gobiernos pueden desempeñar un papel muy importante si adoptan políticas de bajas emisiones y determinan la manera en que los mercados captan dinero para estos proyectos. He aquí algunos principios: las políticas gubernamentales deben ser tecnológicamente neutras (es decir apoyan todas las soluciones que reduzcan las emisiones en lugar de mostrar favoritismo hacia solo unas pocas) predecibles (en lugar de tener una vigencia que expira y se prórroga en forma continua cómo sucede con frecuencia en la actualidad) y flexibles (para que beneficien no solo a quienes pagan muchos impuestos, sino también a numerosas empresas e inversores de todo tipo).
Construir la infraestructura que incorpore las nuevas tecnologías al mercado Ni siquiera las tecnologías bajas en carbono más competitivas lograrán alcanzar una cuota de mercado, si para empezar, no cuenta con una infraestructura adecuada que ayude a lanzarlos al mercado. Las administraciones de todos los niveles deben colaborar para construir esa información. Esto incluye líneas de transmisión para energía eólica y solar, estaciones de carga para vehículos eléctricos, gasoductos para el dióxido de carbono capturado y el hidrógeno.
Cambiar las reglas para que las nuevas tecnologías puedan competir Una vez construida la infraestructura, necesitaremos nuevas reglas de mercado que permitan que las nuevas tecnologías sean competitivas. Los mercados eléctricos diseñados en torno a tecnologías del siglo XX a menudo sitúan las del siglo XXI en desventaja. En casi todos los mercados por ejemplo las compañías de servicios que invierten en almacenamiento de larga duración no reciben una compensación apropiada por el valor que aportan a la red. Las normativas dificultan el incremento en el uso de biocombustibles avanzados en coches y camiones. Asimismo cómo se ya se mencionó las nuevas clases de hormigón con baja huella de carbono no pueden competir debido a reglas gubernamentales anticuadas.
Examinemos ahora la fase de expansión: una implementación rápida y a gran escala. Solo se puede pasar a esta fase cuando se han minimizado los costos, las cadenas de suministro y los modelos de negocios están bién desarrollados y los consumidores han demostrado que adquirirán el producto. La energía eólica terrestre, la solar y los vehículos eléctricos se encuentran todos en la fase de expansión.
Pero expandirlos no será fácil. En apenas unas décadas, necesitaremos generar más del triple de electricidad que producimos ahora y debemos proceder en su mayor parte de energías limpias como la eólica y la solar. Tenemos que adoptar vehículos eléctricos con la misma rapidez con que compramos secadoras de ropa y televisores de color cuando salieron al mercado. Necesitamos transformar la manera en que fabricamos y cultivamos sin dejar de proveer al mundo de carreteras, puentes y los alimentos de los que dependemos.
Por suerte no somos novatos en la tarea de expandir las tecnologías energéticas. Impulsamos la electrificación rural y potenciamos la producción nacional de combustibles fósiles al conjugar las políticas con la innovación. Aunque algunas de esas políticas como diversas ventajas fiscales para las compañías petroleras, podrían parecer formas de subvencionar los combustibles fósiles, en realidad no son más que una herramienta para desplegar una tecnología que considerábamos valiosa. No olvidemos que hasta finales de los setenta cuando, el concepto de cambio climático pasó a formar parte del debate público, existía la creencia generalizada de que la mejor manera de elevar la calidad de vida y extender el desarrollo económico era fomentar el uso de los combustibles fósiles. Ahora podemos aprovechar las lecciones que aprendimos del impulso al crecimiento de los combustibles fósiles para aplicarlas a las energías limpias, qué implica esto en la práctica?.
Fijar el precio del carbono Ya se trate de un impuesto sobre el carbono o de un sistema de comercio de derechos de emisión, que permita a las empresas comprar o vender el privilegio de emitirlo, esta es una de las medidas más importantes que cabe tomar para eliminar las primas verdes.
A corto plazo el precio del carbono servirá para aumentar el costo de los combustibles fósiles, lo que avisará al mercado de que habrá gastos adicionales relacionados con los productos que emitan gases de efecto invernadero. El destino que se de a los ingresos obtenidos con esta recaudación no es tan importante como el mensaje que lanzará a los mercados la tasa en sí. Muchos economistas proponen que se devuelva el dinero a los consumidores o a las empresas para compensar la consiguiente subida de precios de la energía, aunque también hay argumentos poderosos a favor de que se destina a investigación y desarrollo y a otros incentivos para ayudar a resolver el problema del cambio climático.
A más largo plazo, a medida que nos aproximamos a las emisiones netas nulas, el precio del carbono podría establecerse en función del costo de la captura directa del aire, y los beneficios utilizados para financiar la absorción del carbono de la atmósfera.
Si bien supondría un cambio fundamental, nuestra forma de calcular el importe de las cosas, el concepto de fijar un precio para el carbono goza de aceptación entre economistas de diversas escuelas y de todo el espectro político. Hacerlo bien resultará difícil desde el punto de vista técnico y político, tanto en Estados Unidos como en el resto del mundo. Estará dispuesta la gente a abonar ese precio suplementario por la gasolina y cualquier otro producto habitual en su vida cotidiana que dé lugar a emisiones de gases efecto invernadero, es decir, casi todos? No detallaré aqui la solución pero el objetivo esencial es asegurarnos de que todo el mundo pague el costo real de sus emisiones.
Estándares de electricidad limpia, los estándares de electricidad limpia que cada vez más estados estudian adoptar, constituyen una mejor estrategia. En lugar de promover las fuentes renovables en particular considera que cualquier tecnología energética limpia, incluidas la nuclear y la captura de carbono, cumplen con los criterios exigidos. Se trata de un enfoque flexible y rentable.
Estándares de productos verdes. Las normas de valoración también pueden contribuir a fomentar el uso de cemento, acero y plástico bajos en emisiones, así como de otros productos con baja huella de carbono. Las importaciones también tendrían que cumplir los requisitos, lo que aplicaría el temor de los países a que la reducción de emisiones de su sector industrial encarezca los productos y suponga una desventaja competitiva.
Adiós a lo viejo. Además de lanzar nuevas tecnologías lo más rápido posible, los gobiernos habrán de retirar los equipos ineficientes alimentados por combustibles fósiles, desde automóviles hasta centrales eléctricas, a un ritmo más acelerado de lo que lo harían en otras circunstancias. Cuesta mucho construir las plantas generadoras y la energía que producen solo resulta económicamente si el coste de construcción se distribuye a lo largo de su vida útil. En consecuencia las compañías de servicio y sus agencias reguladoras se muestran renuentes a cerrar una central en perfecto estado de funcionamiento y que aún podría durar décadas. Los incentivos basados en políticas ya sea a través del código tributario o la reglamentación de las empresas de servicios pueden agilizar este proceso.
Quién va primero?
No hay un solo gobierno capaz de implementar en su totalidad una hoja de ruta como la que propongo: la autoridad para la toma de decisiones está demasiado repartida. Necesitamos que intervengan todos los niveles de la administración, desde los planificadores de transporte locales hasta los parlamentos nacionales y los reguladores del medio ambiente.
El grado exacto de intervención de cada administración variara de un país a otro pero, he aquí algunas características comunes que suelen darse en casi todas partes.
Los gobiernos municipales desempeñan un papel importante en determinar cómo se construyen los edificios y qué clases de energía utilizan si los autobuses y vehículos policiales funcionan o no con electricidad, si existe una infraestructura de carga para los automóviles eléctricos y cómo se gestionan los residuos.
La mayor parte de los gobiernos estatales o provinciales desempeñan una función relevante en la regulación de la electricidad, la planificación de infraestructuras como carreteras y puentes y la selección de materiales que se emplean en esos proyectos.
Por otro lado el gobierno Federal ejerce un poder enorme en las contrataciones públicas, son la principal fuente de estímulos fiscales y habitualmente destinan más fondos a la investigación y desarrollo pública que las demás administraciones.
En resumen hay tres medidas que todos los gobiernos nacionales deben tomar:
• En primer lugar plantearse el objetivo de llegar al cero, los países ricos antes de 2050 y los de rentas medias lo antes posible después de ese año.
• En segundo lugar, desarrollar planes concretos para alcanzar esas metas. Si queremos alcanzar el cero antes del 2050 las políticas y las estructuras de mercado deberán implementarse antes de 2030.
• Y en tercer lugar todos los países en condiciones de financiar la investigación tienen que asegurarse de que esté bien encauzada para producir una energía tan barata y reducir las primas verdes hasta tal punto que permitan a los países de renta media llegar al cero.
Para mostrar cómo podrían llevarse a la práctica estas medidas he aquí un esbozo de un posible plan integral para acelerar la innovación en Estados Unidos.
Gobierno Federal
El gobierno estadounidense dedican más esfuerzos que nadie a impulzar la innovación en el suministro de energía. Es el mayor financiador y ejecutor de investigación y desarrollo de energías con la participación de 12 agencias federales (la mayor parte pertenecientes al Departamento de Energía) cuenta con toda clase de instrumentos para gestionar la dirección y el ritmo de la investigación y desarrollo en energía, becas de investigación, programas de préstamos, incentivos fiscales, laboratorios, programas piloto y colaboraciones del sector público y privado entre otras cosas.
El gobierno Federal también desempeña un rol central en el impulso de la demanda de productos y políticas verdes. Además de contribuir a financiar carreteras y puentes regula las infraestructuras interestatales como las líneas de transmisión, los gasoductos y oleoductos y las autopistas, ayuda a establecer las normas de los mercados multiestatales de la electricidad y los combustibles. Por otro lado recauda casi todos los impuestos lo que significa que los incentivos económicos federales serán los más eficaces para impulsar el cambio.
En lo que se refiere a expandir las nuevas tecnologías, el gobierno Federal es el que desempeña un papel más importante. Regula el comercio interestatal y ejerce la máxima autoridad en materia de comercio internacional y políticas de inversión, lo que implica que necesitaremos reglamentos federales para disminuir todas las fuentes de emisiones que cruzan las fronteras estatales o internacionales. ( según The Economist, una de mis revistas favoritas, las emisiones de Estados Unidos aumentarían en un 8% si se incluyeran todos los productos consumidos por los estadounidenses fabricados en otros países. Las del Reino Unido serían aproximadamente un 40% más altas) Aunque el precio del carbono y los estándares de electricidad, combustibles y productos verdes deberían adoptarse en cada estado resultarán más eficaces si se implementan en todo el país.
En la práctica esto significa que el congreso tiene que aportar fondos para la investigación y desarrollo de infraestructuras, las contrataciones públicas y el desarrollo de infraestructuras, así como crear, modificar y ampliar los incentivos económicos para las políticas y los productos verdes.
Mientras en la rama ejecutiva el Departamento de Energía lleva a cabo investigación propia, además de financiar otras actividades. Su intervención en la implementación de los estándares federales de la electricidad limpia sería clave. La Agencia de Protección Ambiental sería la encargada de diseñar y aplicar los estándares ampliados empleados de combustibles verdes. La Comisión Federal Reguladora de Energía que supervisa los mercados eléctricos al por mayor así como los proyectos de líneas de transmisión y tuberías interestatales, tendrían que regular los aspectos del plan relacionados con la infraestructura y el mercado.
La lista sigue, el Departamento de Agricultura realiza una labor esencial en lo que se refiere al uso del territorio y las emisiones agrícolas, el departamento de defensa compra combustibles avanzados y materiales bajos en emisiones, la Fundación Nacional para la Ciencia financia investigación, el Departamento de Transportes contribuye a costear carreteras y puentes, etcétera.
Por último está la cuestión de cómo sufragaremos el trabajo necesario para llegar al cero. No sabemos con precisión cuánto costará a la larga, dependerá del grado de éxito y la velocidad de la innovación, así como la eficacia del despliegue, pero sabemos que requerira inversiones cuantiosas.
Estados Unidos tiene la suerte de contar con mercados de capitales maduros y creativos capaces de abrazar grandes ideas y conseguir que se desarrollen y se implementen con rapidez. He sugerido algunas maneras en que el Gobierno Federal puede ayudar a encaminar estos mercados en una buena dirección y entablar nuevas formas de colaboración con el sector privado. Otros países China, India y muchos estados europeos por ejemplo, si bien no tienen mercados privados tan fuertes, pueden realizar inversiones públicas considerables para combatir el cambio climático. Por otra parte hay bancos multilaterales como el Banco Mundial y algunos bancos de desarrollo en Asia, África y Europa que también estudian implicarse más a fondo.
Combinar el dinero público con el privado a una escala tan grande no resultará fácil, pero es imprescindible. Necesitamos que nuestras mentes financieras más brillantes trabajan en este problema.
Gobiernos estatales
Los estados pueden desempeñar un papel fundamental para demostrar la eficacia de tecnologías y políticas innovadores, cómo el aprovechamiento de sus empresas de servicios y proyectos de construcción de carreteras para introducir en el mercado tecnologías como el almacenamiento de larga duración y el cemento de bajas emisiones.
Asimismo los estados pueden poner en marcha medidas como el precio de carbono y los estándares de electricidad y combustibles verdes antes de que se implementan a lo largo y ancho del país.
También pueden formar alianzas regionales cómo es el caso de California y otros estados del Oeste que están planteando la posibilidad de unir sus redes eléctricas, o como algunos estados del nordeste que han puesto en marcha un programa de comercio de derechos de emisión para reducir los gases de efecto invernadero. La Alianza por el Clima de Estados Unidos y las ciudades que se han adherido a ella representan más del 60% de la economía estadounidense, lo que les confiere una magnífica capacidad para crear mercados y demostrar que pueden aplicarse ideas nuevas a gran escala.
Las asambleas legislativas de los estados serían responsables de adoptar sistemas de fijación de precios de carbono y estándares de energías y combustibles verdes dentro de cada estado. Además se encargarían de las agencias estatales y las comisiones de servicios públicos cambiarían sus políticas de adquisiciones para aprovechar las tecnologías avanzadas bajas en emisiones.
Las agencias estatales son responsables del cumplimiento de los objetivos establecidos por la asamblea legislativa y el Gobernador. Supervisan la eficiencia energética y las ordenanzas de edificación, gestionan las políticas relacionadas con el transporte y las inversiones, aplican las normativas sobre contaminación y regulan la agricultura y otros usos del territorio.
Gobiernos municipales
Alcaldes de Estados Unidos y del resto del mundo se están comprometiendo a disminuir las emisiones. Doce de las principales ciudades estadounidenses se han propuesto la meta de lograr la neutralidad de carbono antes de 2050 y 300 poblaciones más han asumido el compromiso de cumplir los objetivos del acuerdo de París.
Los gobiernos municipales no gozan de tanta autoridad para influir en las emisiones como los estatales y el Federal pero no tienen las manos atadas, ni mucho menos. Si bien carecen de competencias para establecer normativas sobre las emisiones de nuestro vehículo, por ejemplo, pueden comprar autobuses eléctricos, o financiar más estaciones de carga para vehículos eléctricos, aprovechar la legislación urbanística para aumentar la densidad a fin de reducir los trayectos de casa al trabajo y en caso necesario restringir el acceso de vehículos de combustibles fósiles a las calles del municipio. También poseen la capacidad de dictar políticas de edificación verde, electrificar sus flotas de vehículos y establecer directrices de contratación pública así como requisitos mínimos de eficiencia para los edificios de propiedad municipal.
Además algunas ciudades como Seattle, Nashville y Austin son propietarias de las compañías de servicios locales lo que les permite determinar si la electricidad que suministran procede de fuentes verdes. Estos gobiernos municipales también pueden autorizar la construcción de proyectos de energías limpias en terrenos municipales.
Las agencias locales al igual que sus equivalentes estatales y federales determinan distintas prioridades de actuación. Los departamentos de obras velan por el cumplimiento de los requisitos de eficiencia, las agencias de tráfico pueden electrificar e influir en los materiales que se utilizan en la construcción de carreteras y puentes, las agencias de gestión de residuos operan grandes flotas de vehículos y tienen poder de decisión sobre las emisiones procedentes de los vertederos.
Llegar al cero no saldrá gratis. Tenemos que invertir más en investigación así como adoptar políticas que orientan los mercados hacia productos basados en energías limpias que hoy por hoy son más caros que sus equivalentes con huellas altas de carbono.
Sin embargo no es fácil imponer costos más altos ahora a cambio de un mejor clima en el futuro. Las primas verdes son una razón poderosa para que los países, sobre todo los de rentas medias y bajas, se resistan a recortar sus emisiones. Ya hemos vistos numerosos ejemplos en el mundo Canadá, Filipinas, Brasil, Australia y Francia entre otros lugares cuya población ha dejado claro que con su voz y voto que no quieren pagar más por la gasolina y gasóleo de calefacción y otros bienes esenciales incluso los países que no cuentan con un impuesto sobre el carbono pueden dejar claro que no cerrarán acuerdos comerciales ni establecerán asociaciones multilaterales con quienes no tengan como prioridad la reducción de gases de efecto invernadero, ni hayan tomado medidas para conseguirla (con concesiones a los países con menos recursos como ya hemos señalado). En esencia sería como si los gobiernos se dijeran unos a otros.: si quieres hacer negocio con nosotros tendrás que tomar en serio el cambio climático.
Por último aunque desde mi punto de vista es lo más importante debemos rebajar las primas verdes. Es la única manera de propiciar que los países de rentas medias y bajas reduzcan poco a poco las emisiones hasta llegar al cero. Eso solo ocurrirá si las naciones ricas en especial Estados Unidos, Japón y algunos países de Europa toman la iniciativa. Al fin y al cabo es donde se desarrolla gran parte de la innovación en el mundo.
Hay que recalcar algo esencial: rebajar las primas verdes que se pagan en el mundo no es un acto de caridad. Países como Estados Unidos no deberán ver las inversiones en investigación y desarrollo sobre energías limpias únicamente con un favor al resto del mundo. También deberán considerarlas como una oportunidad para realizar avances científicos que darán lugar a sectores nuevos conformados con grandes empresas nuevas que crearán nuevos puestos de trabajo el tiempo que disminuyan las emisiones.
Algo similar ocurrió con la tecnología: las primeras inversiones por parte del Departamento de Defensa dieron lugar a la creación de internet y los microchips que impulsaron la revolución de los ordenadores personales.
Y lo mismo puede ocurrir con las energías limpias hay mercados de miles de millones de dólares esperando que alguien invente el cemento o el acero neutros en carbono de bajo costo bajo o un combustible líquido con emisiones netas nulas. Como ya he argumentado llevar a cabo estos avances e implementarlos a gran escala no resultará fácil pero las oportunidades son tan grandes que vale la pena ponerse al frente del resto del mundo. Alguien inventara estas tecnologías. La cuestión es quién y cuándo
Son muchas las cosas que podemos hacer como individuos, desde el ámbito local hasta el nacional, para acercarnos más rápido a nuestro objetivo. Eso es lo que trataremos en el siguiente y último capítulo.
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