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El 19 porciento de 51,000 millones de toneladas al año
La cría de animales para la alimentación es una de las principales actividades emisoras de gases de efecto invernadero; ocupa el primer puesto en el sector que los expertos denominan -agricultura silvicultura y otros usos del territorio- que a su vez abarca una variedad enorme de actividades humanas, desde la ganadería y el cultivo de la tierra hasta la tala de árboles. También abarca una amplia gama de gases de efecto invernadero en el caso de la agricultura y el principal culpable no es el dióxido de carbono sino el metano que ocasiona un calentamiento por molécula 28 veces superior a lo largo de un siglo y el óxido nitroso que calienta 265 veces más.
En total las emisiones anuales de metano y óxido nitroso equivalen a más de 7,000 millones de toneladas de dióxido de carbono es decir más del 80% de todos los gases de efecto invernadero del sector de la agricultura, la silvicultura y otros usos del territorio.
A menos que actuemos para limitar estas emisiones la cifra continuará aumentando a medida que produzcamos mas alimentos para una población mundial cada vez más numerosa y rica. Si queremos aproximarnos a la meta del cero tenemos que encontrar un modo de cultivar plantas y criar animales de tal manera que los gases de efecto invernadero vayan reduciéndose hasta desaparecer.
Por otro lado la agricultura y la ganadería no constituyen los únicos desafíos. También debemos hacer algo respecto a la deforestación y otros usos del territorio que en conjunto aportan 1,600 millones de toneladas de dióxido de carbono a la atmósfera, además de destruir habitats naturales esenciales.
Como corresponde a un tema tan amplio, este capítulo incluye un poco de todo. Examinaremos la figura de uno de mis ídolos, un agrónomo Premio Nobel de la Paz que salvó a 1,000 millones de personas de morir de hambre pero cuyo nombre apenas se conoce fuera del ámbito del desarrollo mundial. También estudiaremos en detalle el estiércol de los cerdos y los eructos de las vacas, la química del amoniaco y la hipótesis de que plantar árboles puede ayudar a prevenir un desastre climático.
En Estados Unidos un hogar promedio gasta un porcentaje cada vez menor de sus ingresos en comida, que hace 30 años, una tendencia que también se da en otras partes del mundo.
No estoy diciendo que la desnutrición no sea un problema grave en algunos sitios. Lo es. De hecho mejorar la alimentación de las personas más desfavorecidas del mundo constituye una prioridad clave para Melinda y para mí. Pero el vaticinio de qué tendríamos hambrunas masivas no se cumplió. Porque que?Que pasaron por alto los alarmistas? No tuvieron en consideración el poder de la innovación. No contaban con personas como Norman Borlaug el brillante botánico que desencadenó una revolución en la agricultura que dio pie a los progresos alimentarios en la India y otros países. Desarrolló variedades de trigo con un grano más grande y otras características que les permiten proporcionar mucho más alimento por superficie cultivada o, como dicen los agricultores aumentar el rendimiento por hectárea (Borlaug descubrió que al agrandar el grano de trigo no soportaba su peso así que se las ingenio para que los tallos crecieran menos de ahí que sus variedades de trigo se conozcan como semienanas).
A medida que el trigo semienano de Borlaug se extendia por el mundo y otros creadores realizaban una labor similar con el maíz y el arroz, la productividad se triplicó en casi todas las regiones. Las cifras de víctimas de hambre cayeron en picado y en la actualidad se atribuye a Borlaug haber salvado a mil millones de vidas. Se le otorgó el premio Nobel de la Paz en 1970 y el impacto de su obra ha llegado hasta nuestros días: practicamente todo el trigo que se cultiva en el mundo desciende de las plantas que él desarrolló. (Una desventaja de las nuevas variedades es que requieren grandes cantidades de fertilizantes para alcanzar todo su potencial de crecimiento y, como veremos en la sección posterior estás sustancias tienen efectos secundarios negativos.) Me fascina el hecho de que uno de los heroes más grandes de la historia tuviera un título profesional, agrónomo del que la mayoría de nosotros ni siquiera había oído hablar.
Pero qué tiene que ver Norman Borlaug con el cambio climático?
La población global alcanzará los 10,000 millones de personas en 2100, necesitaremos más comida para alimentarlas a todas. Cómo habrá 40% más de gente a fines del siglo sería lógico suponer que nos faltan 40% más de alimentación. Pero no es así. Precisamos una cantidad mayor.
He aqui el porqué: a medida que se incrementa el poder adquisitivo de la gente ésta consume más calorías especialmente en forma de carne y lácteos y para producir estos alimentos tendremos que incrementar los cultivos. Una gallina por ejemplo debe consumir 2 calorías de grano por cada caloría de carne que se obtiene de ella. Lo qué significa que una gallina ingiere el doble de las calorías que nos proporciona. Cuando nos comemos un cerdo come 3 veces más calorías de las que nos aporta. En caso de las vacas la proporción es la más alta 6 calorías de pienso por caloría de carne, en otras palabras, cuántas calorías procedentes de fuentes cárnicas consumamos, más plantas tenemos que cultivar para alimentarlas.
La tendencia de consumo de carne en el mundo; si bien está prácticamente espancada en Estados Unidos, Europa, Brasil y México, aumenta con rapidez en China y otros países en desarrollo.
He aquí el dilema: necesitaremos producir mucha más comida en la actualidad, pero, si continuamos empleando los mismos métodos que ahora será, una catástrofe para el clima. Suponiendo que no se produjeron mejoras en la cantidad de alimentos obtenida por hectárea de pastos o de tierra de labranza, aumentar la producción lo suficiente para dar sustento a 10,000 millones de personas incrementaría las emisiones del sector alimentario en dos terceras partes.
Otro dato preocupante: sí proporcionamos un gran impulso a la generación de energía a partir de las plantas, podríamos desencadenar sin querer una competencia feroz por las tierras de cultivo. Como se describe en el capítulo 7, los biocombustibles avanzados producidos a partir de plantas como el pasto varilla constituyen un posible medio para propulsar camiones, barcos y aviones sin emisiones de carbono. Sin embargo sí cultivamos esas plantas en terrenos que de otro modo se utilizarían para alimentar a una población en crecimiento, podríamos provocar de forma involuntaria una subida de precios de los alimentos, lo que condenaría a aún más personas a la pobreza y a la desnutrición, y aceleraría el ya peligroso ritmo de deforestación.
Analizando el problema qué nos lleva a los eructos de las vacas y el estiércol de los cerdos. Sí echas un vistazo al estómago de una persona encontrarás una sola cavidad donde se inicia la digestión de los alimentos antes de su paso al tracto intestinal. En cambio si te fijas en el estómago de una vaca, verás cuatro compartimientos que son los que permiten que el animal coma hierba y otras plantas indigeribles para los humanos, en un proceso denominado fermentación entérica, las bacterias del interior del estómago de las reses descomponen la celulosa de la planta, la fermentan y como resultado se produce metano. La vaca expulsa casi todo ese gas por la boca aunque una pequeña parte a sale por el otro extremo en forma de ventosidad.
En el mundo hay aproximadamente 1,000 millones de cabezas de ganado destinadas a la producción de carne y lácteos. El metano que liberan mediante eructos y ventosidades cada año tiene el mismo efecto en el calentamiento que 2,000 millones de toneladas de dióxido de carbono, lo qué representa cerca del 4% de las emisiones globales.
Esos gases son un problema que solo afecta a las vacas y a otros rumiantes como las ovejas, las cabras, los siervos y los camellos. Sin embargo todos los animales tienen algo en común que también generan emisiones: sus excrementos.
Cuando el excremento se descompone libera una potente mezcla de gases de efecto invernadero, compuesta en su mayor parte de dióxido nitroso, con un poco de metano, azufre y amoníaco. Aproximadamente la mitad de las emisiones relacionadas con los excrementos procede del estiércol del cerdo y el resto procede de la vaca.
Los animales hacen tanto excremento qué éste constituye la segunda causa de las emisiones en el sector de la agricultura, después de la fermentación entérica.
Qué podemos hacer respecto a todos esos gases, eructos y excrementos? No es cuestión sencilla. Los investigadores han puesto a prueba múltiples ideas para lidiar con la fermentación entérica. Han intentado reducir el número de microbios metanogénicos que viven en el vientre de los animales por medio de vacunas, criar ganado que produzca menos emisiones de manera natural e incorporar piensos o fármacos especiales a su dieta. Aunque en general sus esfuerzos han resultado infructuosos, hay una excepción prometedora, un compuesto llamado trinitrilo oxipropanol que disminuye las emisiones de metano en un 30%. Por el momento sin embargo debe administrarse a las reses al menos una vez al día por lo que resulta inviable para la mayor parte de las explotaciones ganaderas.
Aún así existen motivos para creer que podemos reducir estas emisiones sin recurrir a tecnología nueva y sin una prima verde excesiva. Resulta que la cantidad de metano que produce una vaca determinada depende en gran medida del lugar donde vive; por ejemplo las vacas en América del Sur emiten hasta 5 veces más gases de efecto invernadero que las de América del Norte y el ganado africano emite todavía más. Es probable que una res que se cría en América del Norte o en Europa pertenece a una raza mejorada que convierte el pienso en leche y carne de manera más eficiente. Además recibe mejores cuidados veterinarios y el alimento de mejor calidad lo que se traduce en una menor producción de metano.
Si conseguimos extender a más regiones las razas mejoradas y las buenas prácticas y, sobre todo, si aumentamos la productividad de las vacas africanas por medio de cruces y fabricamos un pienso más económico y nutritivo, reduciremos las emisiones y ayudaremos a incrementar los ingresos de los ganaderos pobres.
Esto se aplica asímismo al tratamiento del estiércol; los ganaderos de los países ricos tienen acceso a diversas técnicas que les permiten eliminarlos emitiendo menos gases de efecto invernadero. A medida que estos métodos se abaratan podrán utilizarlos más ganaderos de bajos recursos, lo que acrecentará nuestros probabilidades de disminuir las emisiones.
Con todo podemos comer menos carne y aún así disfrutar de su sabor. Una opción es la carne vegetal, elaborada a partir de ingredientes derivados de plantas y procesados de varias maneras para imitar el sabor de la carne. Hace algún tiempo invertí en dos empresas que en la actualidad comercializan productos cárnicos vegetales Beyond Meat y Impossible Foods, así que no soy imparcial, pero en mi opinión la carne artificial no está nada mal y si se prepara cómo es debido es un sucedáneo bastante convincente de la ternera picada.
Todas las alternativas que existen en el mercado son mejores para el medio ambiente, porque en su producción no solo se utilizan mucho menos tierra y agua, sino que causa menos emisiones además requiere producir una menor cantidad de cereales, lo que disminuye la presión sobre los cultivos y el uso de fertilizantes. Por añadidura que hubiera menos reses encerradas en espacios reducidos representaría un enorme mejora para el bienestar animal.
No obstante la carne artificial acarrea primas verdes elevadas. De promedio el sustituto de ternera picada cuesta un 86% más que la carne de verdad. Pero confío en qué a medida qué asciendan a las ventas de estas alternativas y se diversifique la oferta, acaben siendo más baratas que la carne animal.
La carne vegetal gustará lo suficiente a los consumidores para que elijan por encima de la animal? El número de personas que cambiarán sus hábitos alimentarios será lo bastante alto como para suponer una diferencia significativa?
Estamos viendo indicios de que sí. He de reconocer que me sorprende lo bien que le está yendo a Beyond Meat e Impossible Foods sobre todo teniendo en cuenta las dicultades en que toparon en sus comienzos. Asistí a una degustación de Impossible Foods y observe la amplia disponibilidad de los productos al menos en la zona de Seattle y las ciudades que visito. Beyond Meat cosechó un éxito considerable en 2019 con su oferta pública de venta de acciones.
Tal vez falte una década todavía, pero estoy convencido de que, a medida que los productos mejoren y bajen de precio, las personas preocupadas por el cambio climático y el medio ambiente acabaran por pasarse a ellos.
Existe una última manera de reducir las emisiones procedentes del sector alimentario: derrochando menos alimentos. En Europa y en las zonas industrializadas de Asia y en África subsahariana más del 20% de la comida simplemente se tira, se deja pudrir o se desperdicia de otro modo. En Estados Unidos se desecha el 40% de la comida hecho que es malo para quienes tienen muy poco que comer, para la economía y para el clima.
La descomposición de los alimentos desechados produce una cantidad de metano equivalente a 3,300 millones de toneladas de dióxido de carbono al año. La solución más importante está en el campo del cambio de hábitos, en aprovechar mejor aquello que ya tenemos.
Pero la tecnología también puede ayudarnos, por ejemplo dos empresas están trabajando en un recubrimiento invisible y vegetal que alarga la vida de frutas y verduras, es comestible y no afecta el sabor en absoluto, otra compañía ha desarrollado una cesta inteligente que se vale del reconocimiento de imágenes para medir la cantidad de alimentos que se desperdician en hogares u oficinas y elabora un informe sobre todo lo que sea desechado junto con el costo y la huella de carbono correspondientes. Aunque quizá parezca un sistema algo invasivo proporcionar más información a la gente puede ayudar a tomar mejores decisiones.
Para que los cultivos rindan, se requieren toneladas de nitrógeno. Una cantidad mucho mayor de la que se encuentra en el entorno natural. Para que las plantas de maíz alcanzan los 3 metros de altura y produzcan gran abundancia de grano hay que añadir nitrógeno. Curiosamente la mayor parte de las plantas no elaboran su propio nitrógeno, en lugar de eso lo obtienen del amoniaco de la tierra generado por diversos microorganismos. Las plantas continúan creciendo mientras reciben nitrógeno y dejan de crecer en cuanto se agota. De ahí que al añadir nitrógeno se potencia el crecimiento. Durante milenios la humanidad aportaba a los cultivos el nitrógeno adicional por medio de abonos naturales como el estiércol y el guano de murciélago. El gran avanze llegó en 1908 cuando dos químicos alemanes Fritz Haber y Carl Bosch descubrieron cómo sintetizar amoníaco a partir de nitrógeno e hidrógeno en una fábrica. Cuesta exagerar la trascendencia de este hallazgo. Lo que en la actualidad se conoce como el proceso Haber-Bosch que hizo posible la creación de fertilizante sintético, lo que incrementó el rendimiento de los cultivos, así como la diversidad de terrenos en dónde podían cultivarse. Continúa siendo el principal método para fabricar amoníaco en la actualidad. Del mismo modo qué Norman Borlaug es uno de los grandes héroes desconocidos de la historia Haber-Bosch podría ser el invento más importante que la mayoría de la gente desconoce. El fertilizante sintético adolece de algunos inconvenientes. Para fabricarlo hay que producir amoníaco mediante un proceso que requiere calor, el cual se obtiene quemando gas natural, lo que libera gases de efecto invernadero. A continuación para transportarlo desde las instalaciones dónde se produce al almacén donde se guarda, y de ahí a los campos en los que se utiliza, se cargan en camiones que funcionan con gasolina. Por último una vez que el fertilizante se ha aplicado al suelo gran parte del nitrógeno qué contiene no se ve absorbido por las plantas. De hecho en los cultivos de todo el mundo se aprovecha menos de la mitad del nitrógeno que se agrega a los campos de labranza. El resto se filtra a través de la tierra hasta contaminar aguas subterráneas o superficiales, o escapa por el aire en forma de óxido nitroso, que como recordarás tiene un potencial de calentamiento 265 veces mayor que el dióxido de carbono en total los fertilizantes fueron responsables de aproximadamente 1,300 millones de toneladas de emisiones de gases efecto invernadero en 2010 y las cifras sin duda aumentará hasta 1,700 millones de toneladas a mediados de siglo. Heber-Bosch da y Haber-Bosch quita.
Algunos expertos están trabajando en soluciones distintas para el problema del nitrógeno. Algunos investigadores por ejemplo, están empleando técnicas genéticas para crear nuevas plantas con variedades de cultivos capaces de conseguir que unas bacterias fijen el nitrógeno que necesitan. Por otro lado una compañía ha desarrollado microbios genéticamente modificados que también fijan el nitrógeno, de hecho en vez de añadir nitrógeno a través de fertilizante, se añaden a la tierra bacterias que siempre producen nitrógeno, incluso cuando ya se encuentra presente. Sí estos métodos funcionan reducirán de manera espectacular la necesidad de utilizar fertilizantes y todas las emisiones correspondientes en su elaboración y distribución.
Todos estos factores que acabamos de estudiar y que englobo en la categoría agricultura, son responsables del rededor del 70% de las emisiones procedentes de los cultivos, la silvicultura y otros usos del territorio. Si hubiera que resumir el 30% restante en una palabra sería deforestación.
Todas las emisiones se acumulan con rapidez, según un estudio de Instituto de Recursos Mundiales si se tienen en cuenta los cambios en el uso del territorio, la dieta de estilo estadounidense es responsable de casi tantas emisiones como toda la energía que se emplea para la producción de electricidad, la industria, el transporte y la construcción en el país.
Quizá hayas oído hablar de una solución forestal al cambio climático: plantar árboles para absorber dióxido de carbono de la atmósfera. Aunque en principio parece una idea sencilla se trata de una captura de carbono barata que no requiere tecnología y tiene un atractivo evidente para todos los que amamos los árboles. En realidad su cita una discusión más compleja aunque hace falta estudiarlo más a fondo. Por el momento da la impresión de que se exagera mucho sobre su efecto en el cambio climático. Como suele ocurrir con todo lo relacionado con este tema hay que tener en cuenta varios factores.
Cuánto dióxido de carbono puede absorber un árbol durante su vida? varía pero como regla rápida podemos calcular en 40 años captura 4 toneladas de dióxido de carbono.
Cuánto tiempo sobrevivirá el árbol? Si arde, todo el dióxido de carbono que almacena se liberará a la atmósfera.
Qué habrá sucedido si no hubiéramos planteado ese árbol? Si en el mismo lugar hubiera crecido un árbol de manera natural no habríamos aportado una absorción adicional de carbono.
La conclusión de todo esto es que pronto tendremos que producir un 70% más de alimentos y a la vez reducir las emisiones con vistas a eliminarlas por completo. Para ello hará falta muchas nuevas ideas sobre maneras distintas de fertilizar plantas, criar ganado y desperdiciar menos comida, y los habitantes de los países ricos habremos de modificar algunos hábitos como por ejemplo comer menos carne incluso la carne de las hamburguesas.
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