Comentarios al libro 21 lecciones para el siglo XXI de Yubal Noah Harari
Parte 4 de 14
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Introducción
En las últimas décadas a la gente de todo el planeta se le ha ido diciendo que la humanidad se halla en la senda hacia la igualdad y que la globalización y las nuevas tecnologías nos ayudarán a llegar pronto a ella. En realidad en El siglo XXI podrían surgir las ciudades más desiguales de la historia, aunque la globalización e internet salvan la distancia entre países, amenazan con agrandar la brecha entre clases y cuando parece que la humanidad está a punto de conseguir la unificación global, la propia especie podría dividirse en diferentes castas biológicas.
La desigualdad se remonta a la edad de piedra qué es la etapa de los cazadores-recolectores en donde había algunos de sus miembros que tenían tumbas suntuosas repletas de miles de cuentas de marfil, brazaletes, joyas u objetos de arte, mientras que otros miembros tenían que conformarse con un simple agujero en el suelo. Tras la revolución agrícola la propiedad se multiplicó y con ella la desigualdad, en la medida que los humanos se hacían con la propiedad de la tierra, de animales, plantas y utensilios; surgieron rígidas sociedades jerárquicas en pequeñas élites que monopolizaron la mayor parte de las riquezas y el poder de generación en generación.
Los humanos acabaron por aceptar esta organización como algo natural e incluso ordenado por la divinidad. La jerarquía no era sólo la norma sino también el ideal. Cómo puede haber orden sin una clara jerarquía entre los aristócratas y los plebeyos , entre hombres y mujeres y entre padres e hijos? Sacerdotes, filósofos y poetas en todo el mundo explicaban con paciencia que, de la misma manera que en el cuerpo humano no todos los miembros son iguales, los pies han de obedecer a la cabeza. Así en la sociedad humana la igualdad no acarrearía más que caos.
Sin embargo, a finales de la era moderna la igualdad se convirtió en un ideal en casi todas las sociedades humanas. Ello se debió en parte al auge de las nuevas ideologías del comunismo y del liberalismo, pero se debió también a la Revolución Industrial que hizo que las masas humanas fueron más importantes de lo que nunca habían sido. Las economías industriales se basaban en masas de obreros comunes, mientras que los ejércitos industriales se basaban en masas de soldados comunes.
En consecuencia, la historia del siglo XX se centró en buena medida en la reducción de la desigualdad entre clases, razas y géneros. Aunque el mundo del año 2000 tenía todavía su cuota de jerarquías era un lugar mucho más igualitario que el mundo de 1900. En los primeros años del siglo XXI la gente esperaba que el proceso igualitario continuara e incluso se acelerara, en particular esperaban que la globalización llevaría la prosperidad económica por todo el planeta y que como resultado, en la India y en Egipto la gente llegaría a disfrutar de las mismas oportunidades y los mismos privilegios que Finlandia y Canadá. Toda una generación creció con esa promesa.
Ahora parece que está promesa podría no cumplirse, ciertamente la globalización ha beneficiado a grandes segmentos de la humanidad, pero hay indicios de una desigualdad creciente, tanto entre las sociedades como en el interior de las mismas. Algunos grupos monopolizan de forma creciente los frutos de la globalización, al tiempo que miles de millones de personas se quedan atrás. Ya hoy en día el 1% más rico posee la mitad de las riquezas del mundo.
Y lo que es más alarmante, las 100 personas más ricas poseen más en su conjunto, que los 4.000 millones de personas más pobres de un total de 7500 millones de habitantes a nivel mundial existentes en 2018.
Como se vieron en los capítulos anteriores, el auge de la inteligencia artificial podría eliminar el valor económico y político de la mayoría de los humanos. Al mismo tiempo las mejoras en la biotecnología tal vez posibiliten que la desigualdad económica se traduzca en desigualdad biológica. Los súper ricos tendrán por fin algo que hacer que valga la pena con su extraordinaria riqueza, mientras que ahora podrían comprar poco más que símbolos de estatus. Pronto podrán comprar la vida misma, si los nuevos tratamientos para alargar la vida y mejorar las condiciones físicas y cognitivas acaban siendo caros. La humanidad podría dividirse en castas biológicas. A lo largo de la historia los ricos, la aristocracia y la burguesía industrial siempre pensó que sus capacidades eran superiores a las de todos los demás y por este motivo tenían el control.
Hacia el 2100 el 1% más rico podría poseer no sólo la mayor parte de la riqueza del mundo, sino también la mayor parte de la belleza, la creatividad y la salud del mundo.
Los dos procesos juntos, la bioingeniería unida al auge de la inteligencia artificial podrían por tanto acabar separando a la humanidad en una pequeña clase de superhumanos y una subclase de Homo Sapiens inútiles, para empeorar todavía más la situación al perder las masas su importancia económica y su poder político, el Estado podría perder algunos de los incentivos para invertir en su salud, su educación y su bienestar, esto es muy peligroso; el no ser necesario.
Las oligarquías dominantes en países tan diversos como Estados Unidos y Rusia, podrían fusionarse y hacer causa común contra la masa de Sapiens ordinarios. Desde esta perspectiva el resentimiento populista actual hacia las élites está bien fundado. Si no vamos con cuidado los nietos de los magnates de Silicon Valley y de los multimillonarios de Moscú podrían convertirse en una especie superior.
En el siglo XX la civilización industrial dependía del trabajo barato, las materias primas y los mercados. Por lo tanto esta los conquistó y los absorbió. Pero en el siglo XXI una civilización postindustrial qué se basa en la inteligencia artificial, la bioingeniería y la nanotecnología podría ser mucho más independiente y autosuficiente. Entonces, no sólo clases enteras, sino países y continentes enteros podrían resultar irrelevantes.
A lo largo del libro, Yuval Noah suele usar la primera persona del plural para hablar del futuro de la humanidad. Lo que “nosotros” necesitamos acerca de nuestros problemas, pero quizá no haya; quizá uno de nuestros mayores problemas sea que diferentes grupos humanos tengan futuros completamente distintos. En algunas partes del mundo se debe enseñar a los niños a diseñar programas informáticos y a otros pudiera ser necesario enseñarles a desenfundar de deprisa y disparar de inmediato.
Quién posee los datos?
Si queremos evitar la concentración de toda la riqueza y el poder en manos de una pequeña élite, la clave será regular la propiedad de los datos. En tiempos antiguos la tierra era el bien más importante del mundo y la política era una lucha para controlar la tierra y evitar que se concentrara demasiado poder en unas pocas manos.
La sociedad se dividía en aristócratas y plebeyos. En la época moderna las máquinas y fábricas eran más importantes que la Tierra y las luchas políticas se centraron en controlar estos medios vitales de producción. Sí demasiadas máquinas se concentran en pocas manos la sociedad se dividiría en capitalistas y proletarios . En el siglo XXI sin embargo, los datos serian los bienes más importantes y la política será una lucha para controlar el flujo de datos. Si los datos se concentran en unas pocas manos la humanidad se dividirá en diferentes categorías .
La carrera para poseer los datos ya ha empezado encabezada por gigantes de datos como Google, Facebook, Baidu y Tencent. Hasta ahora muchos de esos gigantes parecen haber adoptado el modelo de negocio de los mercaderes de la atención. Captan nuestra atención al proporcionarnos de forma gratuita información, servicios y diversión. Después venden nuestra atención a los anunciantes. Pero las miras de los gigantes de datos apuntan probablemente mucho más allá que cualquier mercader de la atención que haya existido. Su verdadero negocio No es en absoluto vender anuncios, más bien es captar nuestra atención. Al captar nuestra atención acumulan cantidades inmensas de datos sobre nosotros que valen más que cualquier ingreso publicitario: no somos sus clientes somos su producto.
Esto hará que cambien muchos modelos de negocio que pueden afectar a la industria de la publicidad. El nuevo modelo de negocio se basa en transferir la autoridad de los humanos a los algoritmos; incluida, la autoridad para elegir y comprar cosas. Una vez que los algoritmos elijan y compren cosas por nosotros la industria tradicional de la publicidad quebrará. Pensemos en Google: quiere llegar a un punto en que podamos preguntarle cualquier cosa y conseguir la mejor respuesta del mundo.
Que ocurrirá cuando podamos preguntar a Google: ¿Hola Google pensando en todo lo que sabes de coches y todo lo que sabes de mí? ¿Mis necesidades y costumbres? ¿Mis opiniones sobre el calentamiento global? así ¿Como mis opiniones sobre la política del medio oriente? ¿Cuál es el el mejor coche para mí?
Si Google puede darnos una buena respuesta y aprendemos por experiencia a confiar en la sabiduría de Google en lugar de nuestros propios sentimientos fácilmente manipulables, ¿Qué utilidad tendrán los anuncios de automóviles?
Una aplicación popular en el teléfono celular puede carecer de modelo de negocio e incluso perder dinero a corto plazo. Pero mientras genere datos puede valer miles de millones incluso si no sabemos cómo sacarle partido a los datos hoy en día. Vale la pena mantenerla funcionando porque tal vez sea la clave para controlar algo en la vida a futuro. No tengo la certeza de que los gigantes de los datos piensen de forma explícita en estos términos, dice Yubal Noha el autor, pero sus acciones indican que valoran la acumulación de datos, más que los meros dólares.
A medida que cada vez más y más datos fluyen de nuestro cuerpo y cerebro a las máquinas inteligentes, y a través de los sensores biométricos, más fácil resultará a las empresas y a los organismos gubernamentales conocernos, manipularnos y tomar decisiones en nuestro nombre; y lo que es aún más importante, podrán descifrar los mecanismos íntimos de los cuerpos y cerebros. Y de esta manera, obtener el poder para diseñar la vida, si queremos impedir que una reducida élite monopolise estos poderes casi divinos; así evitar que la humanidad se divida en castas biológicas. La pregunta clave es ¿Quién posee los datos? ¿Los datos sobre mi ADN? ¿Mi cerebro y mi vida? ¿Me pertenecen a mí? ¿Pertenecen al gobierno o una empresa? ¿O tal vez al colectivo humano?
A lo largo de los dos últimos siglos hemos extremado en grado sumo la complejidad en la regulación de la propiedad de la industria. Así hoy en día puedo poseer un pedazo de General Motors o una pizca de Toyota si compró sus acciones. Pero no tenemos mucha experiencia en regular la propiedad de los datos que en sí misma es una tarea mucho más difícil porque a diferencia de la Tierra y las máquinas, los datos están por todas partes y en ningún lugar al mismo tiempo; pueden desplazarse a la velocidad de la luz y podemos crearnos tantas copias de ellos como queramos.
De modo que lo mejor que podemos hacer es recurrir a nuestros abogados, políticos, filósofos e incluso poetas para que se centren en este misterio: ¿cómo regulamos la propiedad de los datos? ¿podría ser que esta fuera la pregunta más importante de nuestra era?. Si no somos capaces de dar una respuesta pronto, nuestro sistema sociopolítico puede venirse abajo, la gente ya está notando el cataclismo que se avecina. Quizá por eso ciudadanos de todo el mundo estén perdiendo la fe en el relato liberal que hace sólo una década parecía convincente.
Así pues de qué manera avanzamos desde aquí y ¿cómo nos enfrentamos a los inmensos retos de las revoluciones de la biotecnología y la infotecnología? Quizá los mismos científicos y emprendedores que fueron los primeros en trastocar el mundo sean capaces de diseñar alguna solución tecnológica. Mientras la desigualdad global y las tensiones sociales aumentan en todo el mundo, Mark Zuckerberg de Facebook podría recurrir a sus dos mil millones de amigos para que sumarán fuerzas e hicieron algo juntos.
Comentarios
En el siglo XXI pueden surgir las ciudades más desiguales de la historia de la humanidad. Aunque internet y la globalización acortan distancias entre países, existe la amenaza de agrandar la brecha entre las clases entre una pequeña élite y el gran sector desposeído.
Tras la revolución agrícola que puso a grandes masas humanas a trabajar para los terratenientes poseedores de los insumos, tierras y animales, que monopolizaron riqueza y poder, este fue el origen del primer crecimiento en la desigualdad.
Esta situación acabó aceptándose cómo algo natural en donde los gobiernos y la religión convencieron a los pueblos de que era natural e incluso divino.
Con la revolución industrial aparecieron los capitalistas, los obreros humanos, ejércitos humanos y burócratas. La historia del siglo XX fue en buena medida la de reducir las desigualdades entre clases, razas y géneros.
Se esperaba que la globalización llevaría la prosperidad económica a todo el planeta y que cualquier pueblo podría aspirar a tener una calidad de vida privilegiada como Finlandia o Canadá. Pero resultó que algunos grupos monopolizaron de forma creciente los frutos de la globalización al tiempo que miles de millones de personas se quedaban atrás. Ya hoy el 1% más rico posee el 50% de todas las riquezas del mundo.
Y lo que es peor, el auge de la Inteligencia Artificial podría eliminar el valor económico y político de la mayoría de los humanos en el siglo XXI. Mientras el auge de la biotecnología pudiera generar una desigualdad biológica Superior y generar nuevas castas biológicas.
Para empeorar, al perder el valor económico y su poder político las masas humanas, el Estado podría perder algunos de los incentivos para invertir en su salud, su educación y su bienestar; esto es muy peligroso al no ser necesarias. Incluso países y continentes completos se podrían convertir en irrelevantes.
Hacia el 2100, el 1% de la población podría poseer la mayoría de la riqueza, la belleza, la creatividad y la salud del mundo. Si no vamos con cuidado, los nietos de los magnates de Silicon Valley y de los multimillonarios de Moscú coludidos, podrían convertirse en una especie privilegiada.
Para evitar la concentración de todas las riquezas y todo el poder en una pequeña élite, la clave será regular la propiedad de los datos, que serán bienes más importantes que la Tierra y las máquinas. Actualmente empresas como Facebook, Google, Microsoft y Amazon, captan cantidades inmensas de datos sobre nosotros que valen más que cualquier anuncio. No somos sus clientes, somos su producto.
Su nuevo modelo de negocio se basará en transferir la autoridad de los humanos a sus algoritmos computacionales, incluyendo la autoridad para elegir y comprar cosas. Así, sí aprendemos a confiar en Google más que en nuestros sentimientos, ¿qué utilidad tendrían los anuncios publicitarios para mí?
A medida que más cantidad de datos fluyen de nuestro cuerpo y cerebro hacia las máquinas inteligentes, a través de sensores biométricos más fácilmente nos controlará el gobierno, las empresas e instituciones.
«Cómo regular la propiedad de los datos», será la pregunta más importante de nuestra era.
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