Homo Deus Parte 2 de 15


Comentarios al libro de Yubal Noa Harari

Tiempo de lectura 7:00 minutos

Introducción:

El hambre, la peste y la guerra continuarán cobrando, vidas en las próximas décadas. Sin embargo ya no son tragedias inevitables fuera de comprensión y el control de una humanidad indefensa. Por el contrario, se han convertido en retos manejables, no han desaparecido pero las consecuencias y el sufrimiento es mucho menor que en otras épocas.

Hemos conseguido poner bajo control el hambre, la peste y la guerra gracias en gran parte al crecimiento económico fenomenal que proporciona alimento, medicina, energía y materias primas en abundancia. Pero ese mismo crecimiento puede desestabilizar el equilibrio ecológico del planeta en muchísimas maneras que apenas hemos comenzado a comprender, la humanidad se ha tardado en reconocer ese peligro y hasta ahora ha hecho muy poco al respecto.

En el siglo XXI, vamos a tener que hacerlo mejor, si queremos evitar una catástrofe. ¿Para qué otra cosa tendría que luchar la humanidad? Nos contentamos con contar las cosas buenas como mantener a raya el hambre, la peste, la guerra y el equilibrio ecológico será el curso de acción más sensato pero es improbable que la humanidad lo siga. Los humanos rara vez se sienten satisfechos con lo que tienen. La reacción más común de la mente humana ante los logros no es la satisfacción sino el anhelo de más.

El éxito genera ambición y nuestros logros impulsan a la humanidad hacia objetivos más audaces. Después de haber conseguido niveles sin precedentes y los valores actuales de prosperidad, salud, armonía y dados nuestros antecedentes, es probable que los próximos objetivos sean la inmortalidad, la felicidad y la divinidad. Ahora nos dedicaremos a superar la vejez e incluso la muerte, nos abocaremos a transformar a los humanos en dioses y a transformar al homo sapiens en Homo Deus.

Los últimos días de la muerte.

En el siglo XXI es posible que los humanos hagan la apuesta por la inmortalidad. Luchar contra la vejez y la muerte no será más que la confirmación de la lucha contra el hombre y la enfermedad y se manifestará el valor supremo el derecho a la vida.

El derecho a la vida es el valor fundamental y con la inmortalidad muchas cosas cambian. Intenta siquiera en imaginar el cristianismo, el islamismo o el hinduismo sin la muerte, que también es un mundo sin cielo, infierno o reencarnación.

Más bien, para las personas modernas la muerte es un problema técnico que debemos resolver. El corazón deja de funcionar y bombear sangre, la arteria principal se tapa con depósitos grasos. Células cancerígenas se extienden por el hígado. Gérmenes se multiplican en los pulmones. Y ¿quién es el responsable de estos fallos técnicos? Otros fallos técnicos como falta de oxígeno en el corazón o el cáncer, se extiende, por una mutación genética aleatoria de las células o porque los gérmenes que se instalaron en los pulmones con algún estornudo en el metro. No hay nada metafísico, en todo esto son problemas técnicos.

La declaración de los derechos humanos no dice que los humanos tengan derechos a la vida. Punto. Tal derecho no está limitado por ninguna fecha de caducidad. Ahora, científicos y pensadores afirman que la principal empresa de la ciencia es derrotar a la muerte y garantizar a los humanos la eterna juventud.

En el 2012, el erudito e inventor Ray Kurzweil, fue nombrado director de ingenieros de Google y puso en marcha su compañía llamada Calicó, cuya misión declarada es «resolver la muerte». Junto con el científico Bill Maris, piensan que es posible vivir hasta quinientos años porque, como dice Morris, es mejor vivir que morir.

Quizá ya caminen algunos inmortales en Wall Street o la Quinta avenida en Nueva York. Esta posibilidad revolucionará la sociedad para empezar la estructura familiar, el matrimonio, las relaciones parentales se transformarán. O bien, considere las carreras profesionales. Hoy, iniciamos una carrera a los dieciocho ocho años hasta los treinta y después una vida laboral hasta los 65 o 70, pero al aumentar la esperanza de vida, será necesario actualizarse y reinventarse una y otra vez incluso a los 90 años.

Hoy, parte de la creatividad artística, nuestro compromiso político y devoción religiosa, se alimentan del miedo a la muerte y eso cambiará radicalmente. Una vez que los esfuerzos científicos se vean coronados con el éxito, se desencadenarán conflictos políticos que nos lleven a la lucha real que nos espera: la lucha por la eterna juventud.

Probablemente, el segundo gran proyecto de la agenda humana, será encontrar la clave de la felicidad. Numerosos pensadores a lo largo de la historia definieron la felicidad como el bien supremo En la antigua Grecia, el filósofo Epicúreo afirmó que adorar a los dioses es una pérdida de tiempo, que no hay existencia después de la muerte y que la felicidad es el único propósito de la vida ya que, en la inmortalidad, ¿quién querría vivir en la desgracia permanente?

Sin la planificación gubernamental, los recursos económicos e investigación científica, los individuos no llegarán muy lejos en su búsqueda de la felicidad. Si la economía está en crisis, los servicios sanitarios son inexistentes y es probable que nos sintamos desdichados.

Los políticos deben fomentar la paz, los hombres de negocios promover la prosperidad y los sabios estudiar la naturaleza no para gloria del rey, el país o Dios sino para que gocemos de una vida más feliz.

En 1776, los padres fundadores de los Estados Unidos, establecieron el derecho a la búsqueda de la felicidad como uno de los tres derechos fundamentales inalienables, junto con el derecho a la vida y la libertad; sólo el derecho a la búsqueda, no la felicidad por sí misma.

Actualmente, políticos, pensadores e incluso economistas, piden que se complemente el PIB (Producto Interno Bruto) por la FIB: Felicidad Interior Bruta. Al fin de cuentas, ¿qué quiere la gente? Ser feliz. La producción es importante pues proporciona la base material de la felicidad, habrá que trabajar con ahínco. Epicúreo formuló una ética de cosas que hay en el hacer y cuáles no para guiar a la gente a lo largo de la traicionera senda que lleva a la felicidad, en donde la búsqueda ciega de dinero, fama o poder no conseguirá más que hacernos desdichados; recomienda moderación en la comida, la bebida y los apetitos sexuales. Según él, la felicidad depende de dos factores básicos; uno psicológico y otro biológico. La felicidad depende de expectativas y no de condiciones objetivas.

En cambio, nos sentimos satisfechos cuando la realidad se ajusta a nuestras expectativas y no de condiciones objetivas. No nos satisface una vida tranquila y próspera. La mala noticia es que cuando las condiciones mejoran se disparan las expectativas. En el plano, biológico tanto nuestras expectativas como nuestra felicidad están determinadas por la bioquímica. Según Epicúreo, somos felices cuando tenemos sensaciones placenteras y nos vemos libres de las desagradables; vivimos entre placer y dolor.

La ciencia dice que nadie alcanza la felicidad consiguiendo un ascenso, la lotería o incluso el amor verdadero. La gente es feliz por una y sólo una cosa: las sensaciones placenteras del cuerpo. Pero, pareciera que recolectar trabajos lucrativos, grandes casas o parejas de buen ver no ofrece satisfacción por mucho tiempo. Hay quién dirá que esto no es tan malo porque el fin no nos hace felices, es el viaje.

Si la ciencia está en lo cierto de que nuestra felicidad viene determinada por el sistema bioquímico, la única manera del contento duradero, será amañar este sistema. Olvidemos los sistemas políticos, económicos y sociales por un momento; para aumentar la felicidad se necesita manipular la bioquímica humana y eso es lo que se ha empezado a hacer en décadas recientes con los medicamentos psiquiátricos que han perdido el estigma y se utilizan ya no sólo para curar enfermedades debilitantes sino para evitar depresiones más leves y episodios ocasionales de abatimiento.

La búsqueda de la felicidad mediante la bioquímica es también la causa número uno de la criminalidad, la mayoría de los criminales estuvieron relacionados a problemas con drogas.

Algunas personas esperan ser felices estudiando, trabajando o sacando adelante a una familia; otras lo intentan mediante la administración de moléculas. Esto constituye una amenaza existencial al orden social y económico, razón por la cual, los países libran una guerra sangrienta contra el crimen bioquímico.

A medida que la búsqueda bioquímica de la felicidad se acelere, remodelará la política, la sociedad y la economía y será cada vez más difícil controlarla. Epicúreo advirtió a sus discípulos que la búsqueda desmesurada de placer los hará más desgraciados que felices. Un par de siglos antes, Buda habría hecho una afirmación más radical al enseñar que la búsqueda de sensaciones es la raíz misma del sufrimiento. Dichas sensaciones son sólo vibraciones efímeras y sin sentido, incluso cuando las sentimos no reaccionamos con alegría, por el contrario, ansiamos más.

Conclusión:

La evolución no adaptó al homo sapiens para que experimentara placer constante, por lo que satisfactores como buenos helados o teléfonos celulares entretenidos no bastaran. Habrá que modificar nuestra bioquímica y remodelar el cuerpo y la mente.

Se puede debatir si es algo bueno o malo, pero parece que el segundo gran proyecto del siglo XXI será garantizar la felicidad global que implica remodelar al Homo Sapiens para que pueda gozar de bienestar y sensaciones placenteras perpetuas.


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